segunda-feira, 14 de junho de 2010

Fe poderosa

Contenido

Introducción: Una visión balanceada
Lección 1: La historia de la fe
Lección 2: El don de fe
Lección 3: La decisión de la fe
Lección 4: La fe y la sanidad
Lección 5: La fe y los milagros
Lección 6: La fe y el sufrimiento
Lección 7: La fe salvadora
Lección 8: El lenguaje de la fe
Lección 9: La fe y la restauración
Lección 10: El padre de la fe


Introducción:
Una visión balanceada

Todo creyente sabe lo que significa luchar con la fe. ¿Tengo suficiente confianza en Dios? ¿Se hubiera sanado si yo hubiera confiado más en Dios? ¿No me ascendieron porque me faltó fe? Si realmente confío en Dios, ¿por qué tengo estos pensamientos inclementes? Si mi fe es firme, Si actúo con fe, ¿no tendrían que aceptar a Cristo como su Salvador todas las personas a quienes testifico?

Tal vez el apóstol Pablo se refería a este conflicto cuando usó la frase: «La buena batalla de la fe» (1ª Timoteo 6.12). Para él, la batalla por la fe no estaba limitada al ministerio. Aunque las iglesias pioneras de Asia deben haber tenido muchos conflictos con la fe, la «buena batalla» de Pablo se refiere más a su relación total con el Señor Jesús. Pablo admite que la fe ha sido una batalla, una buena batalla, cuando en los últimos momentos de su vida escribió desde la prisión, consciente de que podrían ejecutarlo en cualquier momento.

Quizá para nosotros sea un paso gigantesco aceptar el hecho de que existe algo llamado «buena batalla». La presente cultura no cree que haya mucho por lo que valga la pena luchar. Sin embargo, sí lo hay: la fe.

¿Por qué molestarse en luchar por la fe? ¿Por qué la batalla por la fe es una buena batalla?

Porque:

• Cualquier cosa que se haga sin fe nunca va a agradar a Dios (Hebreos 11.6).
• La gracia se alcanza sólo por fe (Efesios 2.8).
• Todos poseemos la capacidad de tener fe (Romanos 12.3).
• La fe es uno de los dones del Espíritu Santo (1ª Corintios 12.7–11).
• Nada es imposible cuando se tiene fe, aunque sea tan pequeña como una semilla de mostaza (Mateo 17.14–21).

La batalla por la fe es una buena batalla.

La Biblia es clara en su enseñanza acerca del poder de la fe. Sin embargo, muchos creyentes están confundidos respecto a ella. Esta confusión se debe en parte al papel que desempeñan los diferentes ministerios de «fe». Algunos ministran con efectividad, mientras que otros parecen utilizar la fe de tal manera que hacen al hombre amo de su destino, en vez de reconocer a Dios como el Señor Soberano.

Pero aunque no existieran enseñanzas y maestros polémicos, aún habría lucha en el campo de la fe. ¿Por qué? Porque, corriendo el riesgo de ser muy simplista, la fe tiene un enemigo. En realidad nuestra fe tiene dos enemigos: Nosotros mismo y Satanás.

Satanás emplea muchas estratagemas en su ataque sobre nuestra vida. Pero tal vez le sorprenda saber que el enfoque de su ataque está dirigido casi exclusivamente a nuestra fe. Él sabe muy bien que si puede quitarle la efectividad a su fe, usted será ineficaz. Quiere derrocar su fe (lea 2ª Timoteo 2.18).

Satanás no será el causante de toda su lucha por la fe. Parte de ella será por su propia «naturaleza» humana. La fe requiere oír, tomar decisiones, arrepentirse y aprender. Estos son retos en los que no interviene el diablo. Como él sabe cuán difícil puede ser la «buena batalla de la fe», procura influir con sus mentiras en nosotros.

Se nos puede engañar fácilmente, y como Satanás es ingenioso, resulta decisivo que asimilemos la Palabra de Dios para el cultivo, crecimiento y evaluación de nuestra fe. Nuestra fe se vivifica por medio de su Palabra (Romanos 10.17), y con ella peleamos contra el enemigo (Efesios 6.17).

Durante este estudio de la Palabra de Dios, nos haremos muchas preguntas importantes sobre la fe:

• ¿Puedo pedirle a Dios cualquier cosa, y mientras tenga la fe correcta, obtener lo que pido?
• Si creo, ¿puedo estar seguro de que mis hijos serán salvos?
• ¿Puede garantizarme la fe que no sufriré dolor o enfermedades?
• ¿Existe alguna posibilidad de que mi falta de fe provoque la ira de Dios?

Llegar a tener «plena certidumbre de fe» es algo por lo que vale la pena luchar la buena batalla de la fe. Busquemos el camino de la fe de acuerdo con la Palabra de Dios.

Lección 1
La historia de la fe

Hace poco alguien dijo que el mundo necesita desesperadamente héroes. En lo que respecta a la fe, abundan. En cada época, la iglesia los ha tenido y han sido debidamente honrados. Sin embargo, la historia más emocionante de héroes de la fe se encuentra en Hebreos 11. Al comenzar el estudio de la historia de la fe, hagamos una pausa aquí y leamos todo ese capítulo bíblico, concluyendo con Hebreos 12.1–2.
¿Ha notado que aparecen juntos tanto quienes experimentaron gran victoria como los que vivieron su fe sin disfrutar jamás de una? Leamos Hebreos 11.33–34 otra vez. ¿Para qué los capacitó la fe? ................................... Para ser victoriosos

Ahora, leamos otra vez la segunda oración en Hebreos 11.35–38. ¿Qué es lo que la fe les permitió hacer a estos héroes?

RIQUEZA LITERARIA

1ª Juan 5.4 «Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe». Una pregunta sensata acerca de la «fe» es: ¿Cuándo se es ganador? ¿Cuándo es uno victorioso? Nuestra sociedad sugiere que la experiencia de victoria sólo puede ser verdadera cuando usted tiene aquello que quiere cuando lo quiere. Sin embargo la Biblia nos enseña que usted gana no cuando usted consigue lo que quiere, sino en el momento en que cree. Si estoy rodeado de problemas, no gano cuando encuentro la solución, sino en el momento en que creo que Dios me sustentará durante los tiempos difíciles o más allá. Si estoy enfermo, triunfo sobre la enfermedad no en el momento en que encuentro sanidad sino cuando confío en las promesas de Dios, que confirman a Jesucristo como Sanador vivo y real para mí. Si me encuentro en pobreza, gano en el momento en que creo en lo que Dios ha dicho acerca de mi situación económica. Tú y yo somos más que vencedores a partir del momento en que ponemos nuestra fe en el Hijo de Dios, y en lo que nos dice su Palabra.

En 1ª Juan 5.4, la palabra «vence» aparece dos veces, y victoria, sólo una. Lo verdadero y fundamental es esto: Cuando depositamos nuestra fe en el Hijo de Dios (cuando hemos nacido en Dios) nuestra fe nos transforma en un vencedor y nos da una victoria que nadie nos puede quitar.

HÉROES DE LA FE

Utilicemos nuestra Biblia para contestar las preguntas que a continuación se encuentran sobre los héroes de la fe que aparecen en Hebreos 11. Al contestarlas tomemos en cuenta los principios para una fe efectiva y práctica según aparecen en ese texto.
¿Cuál es el primer héroe de la fe que menciona este capítulo? ¿Qué es lo que hace por fe? (v. 4). ................................. Abel, ofrece a dios un sacrificio más excelente

¿Qué le pasó a Enoc? ¿Cómo consiguió agradar a Dios? (v. 5).
Enoc no murió y agradó a Dios por su testimonio

RIQUEZA LITERARIA

Según Hebreos 11.6, la fe que le interesa a Dios hace tres cosas:

• La fe agradable busca a Dios: «Es galardonador de los que le buscan». Buscar, como se usa aquí, significa investigar, anhelar, o demandar. Es una promesa apremiante. No se trata de molestar a Dios. Jesús mismo enseñó dos parábolas que celebran la búsqueda diligente y agresiva en la oración. Lea una de estas en Lucas 11.5–10. El deseo del Señor es que usted no crea que Él está dormido o que no le interesa su situación. Al mismo tiempo desea que usted no tenga vergüenza en buscarlo insistentemente. La palabra «importunidad» («insistencia» en el versículo 8) viene de dos palabras griegas, que significan «sin timidez».

Escriba sus pensamientos acerca de esta parábola, tomando nota de que Jesús desea inculcar osadía al pedir (en vez de simple tenacidad). Estudie las palabras y discierna esta importante verdad.

• La fe agradable cree que Dios existe: «Cree que le hay». Las oraciones de algunos hacen dar la impresión de que se hablan a sí mismos. ¿Ha orado alguna vez sin pensar que está en la presencia de Dios? Él quiere que su fe esté enfocada en la realidad de su existencia. Contrario a lo que suponen las filosofías modernas, Dios está allí. Él insiste en que usted piense de esta manera para complacerlo a Él.

En teoría, para muchos de nosotros esto no es problema. Como cristiano, usted ha profesado fe en Dios por medio de Cristo. Desde ese punto de vista, usted cree que Él existe. El problema se suscita cuando nos encontramos bajo presión. ¿Creemos que existe cuando atravesamos circunstancias difíciles? Allí es cuando su fe agrada a Dios, cuando por fe puede verlo en su situación.

• La fe agradable cree que Dios da recompensa: «Es galardonador». En algunas culturas esta palabra se refiere simplemente a un buen empleador. Está relacionada con un salario, con dinero que se paga por un trabajo. Si sólo significara eso, entonces Dios se agradaría si usted creyera que Él es un buen jefe. Pero va mucho más allá de creer que Dios paga buenos salarios. «Galardonador» es mucho más que una compensación, es más que el reembolso del valor de lo que se recibe. ¿No es esto lo que indica Efesios 3.20–21? Véalo desde el punto de vista negativo de la pregunta: ¿Cómo es posible agradar a Dios cuando creo que Él me da menos de lo que le pido? La respuesta bíblica: No es posible agradar a Dios cuando creemos que Él responde a nuestra oración con lo mínimo indispensable para ayudarnos a atravesar nuestra circunstancia. Recuerde: La fe agradable cree que Dios provee una recompensa más allá de lo normal cuando lo buscamos con diligencia.

MÁS HÉROES DE LA FE

¿Qué hizo Noé por fe? (v. 7) Construyó un arca

¿En qué se convirtió Noé al condenar la actitud del mundo en que vivía? Se constituyó heredero de la justicia que es por la fe.

Aunque estudiaremos más adelante la vida de fe de Abraham, lea Hebreos 11.8–12, 17. Escriba sus pensamientos acerca de las declaraciones siguientes:

• Abraham obedeció por fe (v. 8). Creía en y a Dios.
• Sara recibió por fe la fuerza para tener un niño en su vejez (v. 11).
Creía en Dios y en su fidelidad para cumplir sus promesas.
• Abraham ofreció por fe a Isaac, creyendo que si era necesario Dios lo podía levantar de entre los muertos, pues su nacimiento fue como un milagro de resurrección (v. 17).
Abraham creía fielmente en la promesa de Dios y sabía que Dios cumpliría y creía firmemente que Dios proveería un cordero para el sacrificio.

Hebreos 11.13–16 enumera una cadena extraordinaria de fe. Si nosotros memorizamos esta declaración rítmica de fe, nuestra fe personal se verá enriquecida grandemente. Ahora observemos cinco características adicionales de fe que estos versículos revelan:

1. La fe es segura. Pablo utiliza esta palabra cuando dice que está seguro de que nada puede separar al creyente del amor de Dios en Cristo (Romanos 8.38,39). Esto implica siempre un proceso mental; el convencimiento requiere procesamiento, tiempo. El utiliza la misma palabra de nuevo para hablar de la confianza que tiene en que Cristo ha de terminar la buena obra que ha empezado en todo creyente (Filipenses 1.6).

Posiblemente el uso más conmovedor de esta palabra ocurre cuando Pablo escribe a Timoteo, quien había comenzado a combatir al temor en su pastorado en Éfeso. Como un padre amoroso, invita a Timoteo a tomar su lugar en la obra de la fe, diciendo: «....Pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día» (1 Timoteo 1.12). La palabra griega es peitho. Significa que uno ha participado de un debate donde han tenido expresión todas las ideas relevantes al tema en cuestión. Luego, habiendo considerado el mérito de todas las posiciones expuestas, uno toma una decisión basada en toda la evidencia y en la convicción interna. Cuando esto ocurre, usted está convencido.
¿Cómo convence la fe? El convencimiento viene al considerar todo lo que la Palabra de Dios dice respecto de los temas en cuestión y al exponerse en persona al Verbo, el Señor Jesús. La combinación de la Palabra escrita de Dios y la Palabra revelada en la persona de Jesucristo consigue afirmar esta seguridad gloriosa.

2. La fe se aferra. Esta palabra se utiliza con mayor frecuencia al principio de las epístolas, cuando el apóstol «saluda» a la iglesia. A veces Pablo instruye a los creyentes a «saludarse» unos a otros; esta es la palabra a que hacemos referencia. Puede significar envolver a alguien en sus brazos, saludar o dar la bienvenida. Así como la seguridad de la fe viene de considerar las promesas y ser convencido por ellas, «abrazarlas» significa interiorizarlas. Ahora que las vemos con claridad, saludémoslas, abracémoslas, tengámoslas, démosles la bienvenida a nuestra vida. Así como abrazaríamos a un ser querido, debemos tratar a las promesas que Dios ha hecho a nuestra vida. Tengámoslas por amigas y apropiémonos de ellas.

3. La fe confiesa. La palabra griega homologeo significa dar consentimiento, compromiso o reconocimiento. Es como una obligación de contrato, como cuando está por comenzar la construcción de un edificio. Jesús usa esta palabra cuando dice: «Aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará» (Lucas 12.8). Significa estar en la misma sintonía. Jesús dijo: «De la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12.34). Nosotros somos llamados a confesar a Jesucristo y a este crucificado, pero hemos de confesar, es decir hemos de hablar de un Cristo vivo y verdadero.

4. La fe evoca. Casi siempre que se utiliza esta palabra, se traduce «recordar». Conlleva la idea de controlar nuestros pensamientos; de estar a cargo de nuestras ideas. También implica controlar lo que nosotros pensamos al hablar de lo que queremos recordar.

Al escribir esta carta el apóstol enseña una lección notoria a todos los que toman en serio su fe. Si los peregrinos de Hebreos 13.13 hubieran puesto en su mente el país que dejaron atrás para seguir a Dios, muchas oportunidades se hubieran dado para volver atrás. Sin embargo, se preocuparon por pensar en la tierra prometida, un lugar mejor, un país espiritual. Ellos tenían en su mente» una meta que descansaba en el centro de las promesas de Dios.

Es importante recordar que debemos estar en control absoluto de lo que pensamos, es decir saber a ciencia cierta que Dios cumplirá sus promesas.

Una de las prácticas de la vida de la fe es memorizar la Palabra de Dios. Repita las promesas. Guárdelas en su corazón y mente. Vocalícelas. Salmos 119.11 “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”.

5. La fe anhela. La palabra griega oregamai significa una decisión interna para alcanzar un objetivo. Es la palabra que se utiliza en 1 Timoteo cuando Pablo dice que es bueno anhelar el obispado. En su forma negativa, también se usa para describir a alguien que codicia un objeto que aún no posee. En tono positivo, usted utilizaría esta palabra en la siguiente frase: «Este es el anhelo de mi vida». La fe anhela el cumplimiento de la promesa de Dios. La pregunta es: ¿Cuál es el anhelo de su vida?

El sentido práctico de nuestra vida de fe es llevarnos a dónde Dios quiere que vayamos. No es una herramienta para lograr el éxito personal, sino el cumplimiento del propósito de Dios en nosotros al hacernos receptivos activa y agresivamente a su Palabra, su voluntad, su promesa y su poder.

Leamos Hebreos 11.16. He aquí las personas de quienes Dios dice que «no se avergüenza de llamarse Dios de ellos». La conclusión lógica es que a veces ¡Dios está avergonzado! ¿Cuándo ocurre esto? Cuando nuestra fe trata de apropiarse de la bondad de Dios sólo para esta vida, olvidando que su plan es eterno.

AUN MÁS HÉROES DE LA FE

Narremos nuestros propios pensamientos acerca de la mención que se hace respecto de la fe de Isaac, Jacob y José (Hebreos 11.20–22). ¿No es la vida de fe una sucesión generacional? ¿Es verdad que una persona de fe tiene mucho qué decir ante su muerte?
¿Qué eligió Moisés en fe? Seguir y obedecer a Dios ante todo.
¿Qué valoró? El vituperio de Cristo.

Leamos Hebreos 11.33, 34. Vea los logros de quienes estaban motivados por la fe:

* Subyugaron reinos.
* Obraron justicia.
* Obtuvieron promesas.
* Detuvieron las bocas de leones.
* Apagaron la violencia del fuego.
* Escaparon al filo de la espada.
* Se fortalecieron en la debilidad.
* Se volvieron valientes en la batalla.
* Provocaron la huida de los ejércitos extranjeros.

Lección 2
El don de fe

El creyente elige creer lo que Dios ha dicho en su Palabra. El próximo capítulo de esta guía está dedicado a explorar esa expresión de fe que denominaremos la decisión de fe. Pero en este estudiamos otra faceta de la obra del Espíritu de Dios en que la fe funciona como un «don», porque el Espíritu Santo ha decidido darla en una situación en que usted, algún otro cristiano o yo «aparece» como el instrumento que El ha elegido para ministrar ese «don». A este don se refiere 1 Corintios 12.9: «A otro, fe por el mismo Espíritu».

Leamos 1 Corintios 12.7–11 y contestemos lo siguiente:

1. ¿A quién se le da la manifestación del Espíritu y por qué? A los hijos de Dios y porque es para provecho, edificación, crecimiento, etc.

2. Escriba las nueve manifestaciones de dones espirituales, mencionadas en este pasaje.
Palabra de sabiduría, Palabra de ciencia, Fe, Dones de sanidades, Milagros, Profecía, Discernimiento de Espíritu, Géneros de lenguas e Interpretación de lenguas.

3. ¿Quién opera todos estos dones, y por voluntad de quién? Estos dones son operados por el Espíritu Santo por voluntad de Dios.

RIQUEZA LITERARIA

Fe, Significa persuasión: creencia, convicción moral de una verdad religiosa o confianza en Dios. Acarrea la connotación de seguridad, credo, creencia, fe, fidelidad.

Don, Un regalo (divino): liberación (de peligro o pasión), dote espiritual o facultad milagrosa, obsequio gratuito.

EL APÓSTOL PABLO

El apóstol Pablo recibió el don de fe muchas veces. Podemos leer acerca de una de esas oportunidades en Hechos 27.6–44. Observe cómo este pasaje describe su viaje a Roma como prisionero. Vea cómo el capitán, haciendo caso omiso a la advertencia de Pablo, se dispuso a navegar en una de las épocas más peligrosas del año.
Con su Biblia abierta en este pasaje, responda las siguientes preguntas:

1. ¿Qué es lo primero que dijo Pablo respecto a la pérdida de vidas? (Hechos 27.10). Que la navegación sería con perjuicio y mucha pérdida.

2. ¿Qué es lo que Pablo dijo acerca de la pérdida de vidas? (Hechos 27.22). Que no habría pérdidas de vida sino sólo la nave se perdería.

3. ¿En que baso Pablo su promesa? (Hechos 27.23–24. En lo que Dios le había dicho.

4. ¿En qué creyó Pablo? (Hechos 27.25). Creyó y confió en lo que Dios había dicho.

La confianza inquebrantable de Pablo en esta situación no se basaba en una poderosa «voluntad» humana para creer, sino en una visita del Señor que «impartió» fe en una situación que parecía no tener solución. Cuando lo estudiamos con objetividad, el don de fe parece que funciona sin estímulo externo. Con esto quiero decir que los factores atenuantes conducen o al menos sugieren otro desenlace. Por ejemplo, ¡la tormenta no llevaba a creer que todo iba a salir bien! Al contrario, la fe de Pablo provenía de adentro, no venía de un factor externo; era sobrenatural, no natural. Además se basaba en el entendimiento de Pablo acerca de lo que dijo el Señor, en vez de basarse en algún comentario proveniente de una autoridad terrenal o generada por la voluntad humana o el celo religioso.

Camino a Roma (cuarto viaje misionero de Pablo, Hechos 27.1—28.16). Estando en Jerusalén tras su tercer viaje misionero, Pablo se encontró en dificultades con los judíos que lo acusaron de profanar el templo (Hechos 21.26—34). Fue colocado bajo custodia romana en Cesarea durante dos años, pero después de apelar al César, se le envió por barco a Roma. Al zarpar de la Isla de Creta, el grupo de Pablo naufragó frente a Malta debido a una gran tormenta. Por último, tres meses más tarde arribó a la capital del imperio.

CALEB

En el Antiguo Testamento existen varios ejemplos similares de fe sobrenatural. Una de ellas es la historia de los doce espías enviados por Moisés a Canaán; debían informar de vuelta a Israel. Diez de los espías ofrecieron un informe negativo, humanamente real y militarmente práctico. Como contrapartida, dos de los espías dieron un informe positivo que parecía obviar los desafíos a los que se enfrentaban.
Acerca de este incidente en Números 13.3-17, responda estas preguntas:

1. ¿Qué asignación se dio a los espías? Se les asignó la misión de ir, observar, reconocer esa tierra y hacer un análisis de ella para luego elaborar un informe.

2. ¿Por cuánto tiempo se fueron los espías? Cuarenta días.

3. ¿Qué dijo Caleb? Primero hizo callar al pueblo y luego dio un informe que estaba basado en su fe en Dios y les instó a subir y poseer la tierra que podían conquistar.

RIQUEZA LITERARIA

Podremos, Tener la habilidad, el poder, la capacidad para vencer o tener éxito. Este verbo se usa 200 veces en el Antiguo Testamento. Generalmente se traduce de varias formas, pero todas encierran ideas similares. En Números 13.30 Caleb utiliza la repetición intensiva a fin de indicar su clara y firme convicción de que el pueblo poseía todos los recursos físicos y espirituales para lograr la victoria: «porque más podremos nosotros que ellos».


Al estudiar los versículos notamos el contraste entre el informe de Caleb y el de los otros diez espías. Obviamente Caleb habla con una fe asombrosa. ¿De dónde viene esta? ¿Cómo puede Caleb hablar con tal confianza, cuando los otros hombres tienen una versión totalmente opuesta?

Para encontrar la respuesta, leamos Números 14.24. ¿Qué clase de «espíritu» tiene Caleb?

Espíritu de decisión, obediencia, sometimiento y valentía.

«Espíritu» se refiere al hombre interior de Caleb, no al Espíritu Santo. Sin embargo sigue siendo una referencia que nos ayuda a ver cómo el don de fe funciona en nosotros.

A Caleb no le asustaron los gigantes que vio durante sus cuarenta días de espionaje. No lo asombraron las ciudades amuralladas o el tamaño enorme de la tierra. Al contrario, él «decidió ir en pos de Dios», ¡no vio sólo a los gigantes, también vio al Señor! Aunque vio las ciudades amuralladas, también vio al Señor. Caleb vio la enormidad de la tierra, pero también vio al Señor. Aquellos que siguen al Señor, lo ven en medio de sus circunstancias. Conocen los desafíos; no juegan con la mente, pretendiendo negar la realidad de la situación que enfrentan, sino que ven al Señor por encima de los problemas.

El don de fe, la obra sobrenatural del Espíritu Santo, viene a los que son llenos del Espíritu. Como todos los otros dones, el don de fe fluye hacia quienes permiten al Espíritu Santo obrar en ellos. La confesión de Caleb muestra su carácter y voluntad por creer. Sin embargo, tal como con Pablo en el barco, cuando examinamos la situación no se puede ver una influencia externa que justifique la confesión de Caleb. Los gigantes, el tamaño de la tierra y las ciudades amuralladas sugieren que el informe de los otros espías es más acertado. Pero el reporte de Caleb es diferente, no sólo por su carácter o por su decisión, sino por la influencia del Espíritu Santo de Dios. Es un don sobrenatural que dice: « ¡Somos capaces de vencer!».

Hay un mensaje en la respuesta de Caleb al rechazo de su informe. Algunos utilizan su confesión de fe para crear por orgullo disensión o división, pero Caleb permaneció en la fe y continuó sirviendo durante cuarenta años junto a aquellos cuya incredulidad causó un severo retraso en su experiencia personal. ¡Qué paciencia y fe! El hecho de que finalmente lograra la posesión de la tierra en una fecha tardía indica que, aunque vendrán retrasos, la confesión de fe traerá al final la victoria al creyente.

PEDRO

La sanidad del hombre cojo en Hechos 3.1–16 nos presenta otra imagen de la fe sobrenatural. Aunque ocurrieron muchos milagros durante el ministerio de Pedro, la metodología del milagro se presenta de esta manera sólo en este pasaje. Es importante por varios motivos. Responda a las preguntas siguientes en base al texto:

1. ¿Por cuánto tiempo había estado cojo el hombre? ............. Desde su nacimiento.
2. ¿Dónde estaba el cojo cuando Pedro le habló? ............ A la puerta del Templo conocido como La Hermosa.
3. ¿Qué dijo Pedro que le podía dar al cojo? ................ Le podía dar lo que tenía (Sanidad).
4. ¿Cómo se lo dio? ............. Con el poder y autoridad que tenía, en el nombre de Jesús.
5. ¿Cuándo fue sanado el hombre? .......................... En el momento que creyó.
6. Según Pedro, ¿qué no sanó al hombre? ..... Su poder (de Pedro) o su fidelidad.
7. ¿A qué atribuyó Pedro la sanidad? (v. 16)................ A su Fe.
8. ¿De donde vino la fe?....... De oír la Palabra de Dios.

ENTRE BASTIDORES

Este primer milagro realizado por los discípulos da a todos los creyentes la clave para ejercitar la autoridad de fe. Al ordenar la sanidad en el hombre cojo, Pedro emplea el nombre completo y el título de nuestro Señor: «Jesucristo [Mesías] de Nazaret». «Jesús» era un nombre común entre los judíos y continúa siéndolo en muchas culturas. Pero la declaración de su nombre y título completos, una práctica interesante en Hechos, parece ser una lección buena y objetiva para nosotros (véase Hechos 2.22; 4.10). Seamos específicos cuando reclamemos autoridad sobre las enfermedades o los demonios. En nuestra confesión de fe o proclamación de poder, confesemos su deidad y su señorío como «el Cristo» («Mesías»); usemos su nombre precioso, como «Jesús» («Salvador»). Clamemos a Él como «Señor Jesús», «Jesucristo» o «Jesús de Nazaret», sin que en este punto haya la intención de establecer un principio legal o ritual. Pero es sabio recordar que, al igual que oramos «en el nombre de Jesús» (Juan 16.24), también ejercemos toda autoridad en Él, mediante el privilegio de poder que nos ha dada en Su nombre (Matea 28.18; Marcas 16.12; Juan 14.13, 14). En la Palabra de Dios encontramos muchos otros nombres compuestas que se aplican a El. Declarémoslos en fe, con oración y plena confianza.

Notemos aquí que la sanidad requirió de Pedro una decisión: Extender la mano al cojo para levantarlo y expresar palabras de sanidad en el nombre del Señor Jesús. Pero respondiendo al asombro de todos al ver al cojo caminando, saltando, y alabando a Dios, Pedro dice que la fe es lo que lo sanó. Aun más importante en nuestro estudio, Pedro declara que «la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros».

Pedro reconoce que la operación de esta fe no fue premeditada y que no es una función del carácter o de alguna cualidad personal. Aunque la obediencia es parte del proceso, Pedro aclara que este milagro maravilloso no se ha logrado por la santidad personal, la voluntad propia o el poder humano (Hechos 3.12).

Pedro reconoció que este milagro fue posible por una fe cuya fuente está más allá del alcance humano. Esta fe sobrenatural puede y debe encontrar cooperación humana, puede y se debe canalizar a través del hombre, pero por sobre todo, la fe «es por Él».

PABLO Y EL HOMBRE EN LISTRA

Abramos la Biblia en Hechos 14:1–18 y examine este pasaje para responder a las siguientes preguntas:

1. ¿Cómo testificó el Señor de la palabra de su gracia?.......... Por medio del milagro al hombre cojo (Señales y prodigios).
2. ¿Cuánto tiempo había estado el cojo en Listra en esa condición?......... Desde el vientre de su madre.
3. ¿Qué le ordenó Pablo hacer al hombre?............. Que se levantara y anduviera sobre sus pies.
4. ¿Cuál fue la respuesta del cojo?......................... Se puso de pie y anduvo.
5. ¿Qué es lo que Pablo vio en el hombre?.................. Pablo vio la fe que tenía este hombre en Cristo.

Puesto que la costumbre de Pablo al entrar a una nueva ciudad era hablar primero a la comunidad judía, algunos asumieron que el cojo era judío. Esto no se puede saber con certeza, pero lo más probable es que él escuchó la «palabra de gracia» por vez primera. El cojo empieza a creer a medida que Pablo predica acerca de lo que Jesucristo, su muerte y resurrección significan para todos.

Es crucial ver que Pablo no predica sanidad sino que predica a Cristo, al mismo Jesús como el cumplimiento de las profecías del Rey-Salvador. Pablo ve fe en el cojo, pero no fe para sanidad sino fe en Cristo, en Jesús el Señor. Este hombre ha empezado a creer en lo que Pablo dice acerca del Señor Jesús. Cuando Pablo reconoce la presencia de la fe, le dice a gran voz: «Levántate derecho sobre tus pies».

Recuerde las señales y prodigios prometidos y dados por el Señor Jesús, como testimonio del mensaje que los apóstoles predicaban (Marcos 16.15–20). Este milagro ocurre como una señal, como testimonio de la verdad de la presentación que Pablo dio de Jesucristo. Vea también que la sanidad ocurrió a alguien con fe.

La aparición de la fe en este hombre coincide con oír el mensaje de Jesucristo. Es la proclama del mensaje del Señor Jesús que despierta la fe, y es el obrar del Espíritu Santo que posibilita la existencia de la fe en un hombre que nunca antes ha tenido fuerza en sus pies.

Lección 3
La decisión de fe

LA DECISIÓN DE CREER

Existen varios incidentes de la vida del Señor Jesús que ilustran la importancia de elegir bien. Leamos Marcos 4.35–41. Partiendo de esta historia de la tormenta, conteste las siguientes preguntas:

1. ¿Qué dijo Jesús a los discípulos para iniciarlos en la travesía?................. Pasemos al otro lado.
2. ¿Qué hacía Jesús cuando llegó la tormenta?....................... Jesús dormía.
3. ¿Qué le sugiere esto a usted?.............. Que el Señor está al mando y control de todas las cosas, por lo tanto podemos confiar y tener paz aún en las tormentas de nuestras vidas.
4. ¿Cómo confrontó Jesús a la tormenta?............ Con la autoridad y poder de su palabra.
5. Los discípulos escucharon a Jesús hablar a la tormenta. ¿Qué oyeron cuando se dirigió a ellos?............................ Una reprensión por falta de fe.

Es notable ver que Jesús reprendió tanto a la tormenta como a los discípulos. Aunque calmó la tormenta externa, Él esperaba que ellos confrontaran la tormenta interna. Si leemos los relatos de los evangelios, nos sorprenderá ver cuán a menudo Jesús ejerce control sobre los eventos climatológicos y sobre los espíritus demoníacos; sin embargo, casi nunca lo veremos ejerciendo control sobre los discípulos. Sólo Él podía reprender a la tormenta en el mar de Galilea. Sólo ellos podían reprender a la tormenta de temor y dudas que estaban sintiendo. Cuando Él pregunta: «¿Cómo no tenéis fe?» Estaba sugiriendo que era posible tener fe; que se necesitaba una decisión. Ellos podrían haber elegido creer en vez de ceder a las dudas y temores.

Hoy día eso es también valedero para nosotros. En su sabiduría, Dios nos ha hecho responsables a usted y a mí de los asuntos de fe. Sólo nosotros podemos controlar nuestras dudas y temores. Si Jesús dice: «No temáis», ¡para nosotros debe ser posible recibir el dominio sobre el temor!

RIQUEZA LITERARIA

Romanos 8.15: «Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor,!». Phobia, phobos,; alarma o consternación, tener temor, en exceso, terror, de donde se deriva phebomai (estar atemorizado).

Pablo asocia este terror con el espíritu de esclavitud y dice que no hemos recibido ese espíritu. Hemos recibido el Espíritu Santo operante que es llamado el «espíritu de adopción». El nos llevará a clamar: « ¡Abba, Padre!», un término amoroso utilizado por los que se saben incluidos en la familia de Dios.

2ª Timoteo 1.7: «Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio», Cuando Pablo confronta la timidez de Timoteo, le recuerda lo que el Espíritu Santo le ha dado.

A partir de 2a Timoteo 1.7, ¿cuáles son los tres elementos que Pablo le dice a Timoteo que ha recibido de Dios?

1. Espíritu de Poder

2. Espíritu de Amor

3. Espíritu de Templanza

En la lección anterior vimos que la fe es un don del Espíritu Santo. Cuando consideramos la fe como una decisión, ¡ya nunca más estamos solos! El Espíritu de Dios labra en nosotros el conocimiento de que cada uno es hijo del Padre. Así, el Espíritu Santo busca darnos poder, amor y dominio propio.

RIQUEZA LITERARIA

2ª Timoteo 1.7: «Dominio propio», sophronismos; disciplina, autocontrol, sanidad mental.

Mientras que la palabra cobardía significa temer a perder la confianza, el dominio propio se refiere a la habilidad de estar bajo control durante circunstancias difíciles, pensar acertadamente bajo presión. Lo malo es que existe el espíritu de temor. Ese espíritu estaba operando en Timoteo, y va a tratar de aperar en nosotros también. Lo bueno es que el Espíritu Santo al mismo tiempo está obrando para poner a nuestra disposición el dominio propio que necesitamos.

Nosotros podemos decidirnos a creer. También podemos elegir el pánico, dejando lugar a las dudas y a los temores. Pero la decisión es nuestra. Usando la metáfora de la historia de Marcos 4, si el Señor Jesús dice: «Pasemos al otro lado», se puede asumir correctamente que usted y yo también llegaremos a la meta.

La pregunta entonces se vuelve: « ¿Qué le ha dicho a usted el Señor?» O tal vez debamos preguntar: « ¿Qué pasajes de las Escrituras entiende usted que se pueden aplicar a su situación actual?»

Si algunos aspectos de la fe están supeditados a la decisión personal, y si la elección es entre lo que usted sabe que el Señor ha dicho y lo que su circunstancia actual (el enemigo de su alma) dicta, entonces se vuelve sumamente importante saber lo que el Señor está diciendo.

RIQUEZA LITERARIA

Romanos 10.17: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios». Nota: «En los medios normales de operación divina las personas no llegan a tener una fe de salvación, a menas que lean la Biblia o que alguien les explique el evangelio contenido en ella. El Espíritu utiliza la Palabra de Dios para conseguir una reacción de fe en nuestro interior, y nos inclinamos en la confiabilidad de la Palabra de Dios para nuestra fe de salvación.

EL ESPÍRITU Y LA PALABRA

Cuando la fe es asunto de elección, podemos estar seguros de que el Espíritu de Dios habla la palabra sobre la cual nosotros podemos basar nuestra decisión de creer. Usando de nuevo la historia de la tormenta en Marcos 4, notemos que los discípulos tenían la palabra de Jesús («pasemos al otro lado»), así como su presencia (estaba con ellos en el bote). Haciendo la comparación, responda a la siguiente pregunta:
¿Está Jesús con usted? Escriba sus pensamientos al respecto al leer estas promesas.

¡Él está contigo! Amado con lo que te ha dicho, usted debe tomar buenas decisiones, decisiones en fe. Seamos diligentes en tratar con nuestras dudas y temores. No olvidemos: Jesús reprenderá la tormenta de afuera. Sólo nosotros podemos reprender la tormenta interna. No es correcto ni verdadero decir: «No tengo temor». Pero sí está bien decir: «No temeré». No está bien decir: «No tengo dudas». Pero sí es bueno decir: «No permitiré que las dudas se adueñen de mí».

Sondeo A Profundidad

Es cierto que en años recientes se ha enseñada un estilo de fe que tiene más de la Nueva Era que de la Biblia. ¿Cuáles son las diferencias?

• Las enseñanzas de fe de la Nueva Era lo llevan al camino de satisfacer la voluntad propia. La fe bíblica lo lleva por el camino de satisfacer la voluntad de Dios.
• Las enseñanzas de fe de la Nueva Era hacen que la propia voluntad sea importante. Las enseñanzas de la fe bíblica ubican a Dios como ser únicamente importante.
• Las enseñanzas de fe de la Nueva Era implementan tácticas de negación, rechazando el reconocimiento de la realidad de la maldad personal y sobrenatural. Las enseñanzas de la fe bíblica reconocen la realidad y triunfo sobre la tragedia

La negación está basada en el temor, pero la fe nunca teme la realidad. Algunos quieren creer en la sanidad porque le tienen miedo a la enfermedad. Pero la fe bíblica lucha por la sanidad porque Dios la ha prometido («Yo soy Jehová tu sanador» Éxodo 15.26), y no porque tememos las complicaciones o consecuencias de la aflicción o de la muerte.

Con esto no queremos sugerir que un cristiano no teme, ya sea al dolor, la enfermedad, la pobreza o incluso al enemigo. Los creyentes fieles y sinceros tienen estos sentimientos, pero algunos adoptan el arte de la negación y no admiten el temor, como si su negación fuera «fe». La fe genuina se centra en el Señor y en su Palabra. Se basa en Él (la Verdad) y en su Palabra que es verdad (Juan 14.6; 17.7) En vez de vivir en un mundo de negación religiosa o filosófica, el cristiano armado con el entendimiento verdadero de la fe rechazará ser conmovido o tomar decisiones basado en el temor. Ese «entendimiento verdadero» es (1) el Señor está contigo, (2) su Palabra es verdad, y (3) nunca Él le fallará ni a usted ni a su Palabra. ¿Lo cree?

Lección 4
La fe y la sanidad

LA PROVISIÓN DE SANIDAD

El profeta Isaías describe al Señor Jesús como el Siervo sufrido. En Isaías 53 se ilustra gráficamente el sufrimiento de nuestro Señor en la cruz. Estudiemos Isaías 53.1–12, formulando las preguntas que se encuentran a continuación a medida que vamos leyendo el pasaje:

1. ¿Cómo se describe la aparición del Señor en el versículo 2? Como un renuevo, raíz de tierra seca, sin atractivo físico.
2. ¿Qué lleva y qué experimenta, según el versículo 3? Lleva nuestros dolores y experimenta el quebranto y menosprecio.
3. Según el versículo 4, ¿cómo fue estimado el Señor? Fue estimado como un villano, fue azotado, herido de Dios y abatido.
4. Según el versículo 4 ¿qué llevó el Señor? Llevó nuestras enfermedades.
5. Según el versículo 5, ¿por qué fue herido? Fue herido por nuestras rebeliones.
6. Según el versículo 5, ¿para qué fue molido el Señor? Fue molido por nuestros pecados para librarnos de ellos y su castigo.
7. Según el versículo 5, ¿qué consiguió su llaga? Consiguió nuestras sanidad ya que por su llaga fuimos nosotros curados.
8. Según el versículo 6, ¿qué hizo el Señor con el pecado de todos nosotros? Cargo nuestros pecados en la cruz.
9. Según el versículo 7, ¿cuál es la respuesta del Cordero en su sufrimiento? Enmudeció y no abrió su boca.
10. Según el versículo 8, ¿por qué fue herido? Por nuestra rebelión (Pueblo = Mundo).
11. Según el versículo 10, ¿qué expresión parece hacer referencia a la resurrección del Señor? La expresión que dice “verá linaje, vivirá por largos días”.
12. Según el versículo 11, ¿cómo justificará a muchos el Siervo justo? Por su conocimiento y porque llevaría las iniquidades de ellos.
13. Según el versículo 12, ¿cuáles son las cuatro cosas que el Siervo hizo por la humanidad? 1° Derramó su vida hasta la muerte, 2° Fue contado con los pecadores, 3° Llevó nuestros pecados y 4° Oró por los transgresores.

Isaías 53.4, quebrantos, dolencia, ansiedad, calamidad: aflicción, enfermedad, quebranto. Esta palabra se utiliza para referirse a la enfermedad física. Dolores, esta palabra a menudo se traduce, «dolor», «quebranto», y parece que se refiere al dolor emocional, mientras que la palabra que antecede parece indicar dolor físico.

Isaías 53 enseña con claridad que la sanidad corporal está incluida en la obra expiatoria, el sufrimiento y la cruz de Cristo. Las palabras hebreas para «dolores» y «enfermedades» (v. 4) se refieren específicamente a la aflicción física. Esto se verifica en el hecho de que Mateo 8.17 dice que este texto de Isaías se cumple a carta cabal en los actos de sanidad que efectuó Jesús.

Además, está claro que las palabras «llevó» y «sufrió» se refieren a la obra expiatoria de Jesús, porque son las mismas que se utilizan para describir a Cristo cargado con nuestros pecados (véase el v. 11 y 1 Pedro 2.24). Estos textos vinculan inequívocamente la base de la provisión, tanto de nuestra salvación como de nuestra sanidad, con la obra expiatoria del Calvario. Sin embargo, ninguna de estas cosas se recibe automáticamente, porque ambas deben alcanzarse por la fe. La obra de Cristo en la cruz las pone a nuestra disposición, y las recibimos, según sea nuestra elección, mediante un acto sencillo de fe.

EL SUFRIMIENTO DEL SIERVO

Jesús entendió su misión y obra como el cumplimiento del sufrimiento del siervo anunciado en Isaías.

La profecía El cumplimiento
Será exaltado (52.13).
Será desfigurado por el sufrimiento (52.14; 53.2).
Expiará con su sangre (52.15).
Será rechazado abiertamente (53.1, 3).
Sufrirá nuestros pecados y dolores (53.4, 5).
Será nuestro sustituto (53.6, 8).
Aceptará voluntariamente nuestra culpa y castigo (53.7, 8).
Será sepultado en la tumba de un hombre rico (53.9).
Salvará a quienes crean en El (53.10, 11).
Morirá en lugar de los transgresores (53.12) Filipenses 2.9
Marcos 15.17, 19
1 Pedro 1.2
Juan 12.37, 38
Romanos 4.25; 1 Pedro 2.24, 25
2 Corintios 5.21
Juan 10.11; 19.30
Juan 19.38–42
Juan 3.16; Hechos 16.31
Marcos 15.27, 28; Lucas 22.37

La provisión amorosa de Dios para sanidad está enraizada en la obra propiciatoria de su Hijo sobre la cruz, en el poder de Dios por medio del ministerio del Espíritu Santo y en el carácter de Dios, quien está comprometido a buscar la sanidad completa del ser humano. Mirándolo desde otro punto de vista, Dios en su naturaleza es un Dios de sanidad. En cuanto al poder, no hay nada imposible para Dios. En lo legal, la obra de Cristo en la cruz abrió la puerta para que el Dios Santo opere su misericordia sanadora en personas que de otra manera estarían descalificadas para recibir su toque sanador.

Cada promesa tiene una condición. Estudiemos los siguientes versículos y tome nota de la promesa de sanidad y de la condición que se debe satisfacer para que la promesa de sanidad se cumpla.

1. Isaías 58.8
Promesa:
Condición:

2. Éxodo 23.25
Promesa:
Condición:
3. Deuteronomio 7.15
Promesa:
Condición:
4. Santiago 5.14, 15
Promesa:
Condición:

ENTRE BASTIDORES

Uno de los textos bíblicos en que se basa la oposición a los actos milagrosos de Dios en la actualidad se encuentra en 1 Corintios 13.10. Queriendo glorificar la importancia de las Escrituras, el ingenio humano ha propuesto que «lo perfecto» es la Biblia, y como ya está completa, todos los milagros y señales que sostiene el Nuevo Testamento «se acabaron» y ya no ocurren más. La Palabra de Dios revela algo muy diferente: «Lo perfecto» se refiere al cumplimiento de los propósitos de Dios a partir de la venida del Señor Jesucristo (Romanos 8.18, 19). O sea, cuando se cumpla la voluntad más perfecta de Dios para con nosotros. Y debe corresponder al estado eterno, porque allá en la Gloria veremos a Dios cara a cara. La opinión humana es la única razón para presumir que este pasaje se refiere a la conclusión del canon de las Escrituras. Aunque la Palabra inspirada de Dios se completó al fin del primer siglo, su conclusión no marcó el fin de la continuidad del funcionamiento de los poderes que ella misma describe. Tampoco indicó el fin de la necesidad humana de compasión y sanidad. Al contrario, la Palabra nos instruye a aceptar los dones y el ministerio del Espíritu Santo en nuestras vidas, completando nuestra suficiencia para el ministerio a un mundo necesitado, por medio de la Palabra poderosa de nuestro Señor y Dios.

Lección 5
La fe y los milagros

Jesús dijo: «Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán» (Marcos 16.17, 18). Juan registra que la promesa de continuar el ministerio de los milagros a través de los discípulos les fue dada la noche en que Jesús fue traicionado: «De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre» (Juan 14.12). En ambos casos la continuidad de los milagros se basa en la condición de la fe. En este capítulo revisaremos once milagros en el ministerio del Señor Jesús. En cada uno encontrará una mención específica de la fe, el acto de creer o una exhortación a creer. Antes de comenzar este estudio, veamos tres observaciones que pueden sernos útiles.

Primera: Los milagros han sido parte integral de cada era de la revelación de Dios a su pueblo. En todas partes las Escrituras sirven de guardianes de la historia; por ejemplo, los antiguos reinos de Judá e Israel, los reinados de los profetas y de los jueces, el período del exilio, y el regreso de Israel para reconstruir las paredes y el templo de Jerusalén; todas están entrelazadas con algunas expresiones de lo milagroso.

La era de los patriarcas, el relato del liderazgo de Moisés y la historia de Josué al poseer la tierra prometida están repletos de relatos de milagros físicos, visitaciones espirituales, señales, prodigios y milagros de todo tipo. En realidad Aquel «en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» (Santiago 1.17) parece estar sumamente interesado en mostrar su poder a favor de los que creen. Revisemos 2 Crónicas 16.9, y no lo olvidemos.

Segunda: Los milagros y las manifestaciones de la gloria de Dios son para su gloria. Cuando Jesús convierte el agua en vino en las bodas de Caná, Juan dice: «Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria» (Juan 2.11). Cada milagro es una manifestación de la gloria de Dios. Juan usa esta expresión para describir este milagro del agua que se convierte en vino, pues tal vez algunos no lo vean en la misma categoría que la resurrección, la sanidad de un hombre ciego o la expulsión de un demonio. Ayudar de manera tan bondadosa en el éxito de la recepción de una boda se podría considerar por algunos una «pérdida» del poder de Dios; tal vez por eso Juan describe el milagro de la manera en que lo hizo. Pero a pesar de lo que se diga acerca del tipo de milagro, sin importar la clase de «señal», este surge para manifestar la gloria del Señor; es decir, la excelencia de su amor, gracia, fuerza y poder. Cada milagro es también para su gloria, para que toda la alabanza y honra le sea dada a Él, y sólo a El. Al estudiar esta lección, veremos cuántas veces el Señor Jesús elogia a distintas personas por su fe. Es bueno que nosotros lo veamos haciendo esto pues indica su deleite, el placer de Dios, con respecto a los que «creen» de forma tal que lo aceptan y le permiten obrar en áreas que la incredulidad entorpecería. Al desarrollar la fe, esta accede a la gracia de Dios hacia los milagros. Sin embargo, cuando ocurre algo milagroso, incluso cuando la humanidad se ha beneficiado, es siempre para la gloria de Dios.

LOS MILAGROS DE JESÚS

Al estudiar los siguientes versículos que describen ciertos milagros del Señor Jesús,
Marcos 2.1–12: La sanidad del paralítico que bajaron por el techo.
1. ¿Que es lo que vio Jesús? Fe en los que llevaron al paralítico y la incredulidad de otros (escribas)
2. ¿Por qué perdonó Jesús al paralítico antes de sanarlo? Porque es más importante la restauración espiritual (salvación) que la restauración física.

Lucas 7.1–10: La sanidad del siervo del centurión.
1. ¿En qué basó su fe el centurión? En la autoridad de Jesús como Hijo de Dios
2. ¿Qué comentario hizo el Señor respecto de la fe del centurión? Que no había encontrado fe como la del centurión en todo Israel.

Mateo 14.23–33: El milagro de Pedro al caminar sobre el agua.
1. ¿Cuál fue el clamor inicial de los discípulos cuando vieron que Jesús caminaba sobre el agua? Dieron gritos de miedo porque creían que era un fantasma
2. ¿Cuál fue la reacción de Pedro? Incredulidad, le pide una muestra que realmente era Jesús
3. ¿Qué es lo que asustó a Pedro? El entorno, el viento fuerte
4. ¿Cómo lo reprendió el Señor? Como hombre de poca fe que solo dudaba.

Juan 11.1–45: La resurrección de Lázaro de entre los muertos.
1. ¿Qué dijo Jesús que es necesario para ver la gloria de Dios? (v. 40). Sólo creer, pero con fe.
2. ¿Por qué oró Jesús de aquella manera en la tumba de Lázaro? La oración de Jesús no era en realidad una petición, sino acción de gracias, porque con este milagro él demostraría una vez más que era el Hijo de Dios, el Mesías.
3. ¿Por qué Jesús lloró? No llora por la muerte de su amigo, porque estaba apunto de resucitarle, sino que llora por la incredulidad del pueblo.

Hemos considerado milagros que el Señor llevó a cabo, y todos fueron librados por la fe de las personas involucradas. Como conclusión leamos Marcos 6.5, 6.

¿Por qué no podía el Señor hacer obras de poder en aquel momento? Simplemente no porque no tuviera el poder, sino porque el pueblo no creía en él, por lo que es muy probable que no acudieran a él. Jesús estaba asombrado, quiere decir que estaba pasmado por la reacción de las personas, reacción de incredulidad.

Los milagros se efectúan y se reciben por fe. Un milagro puede solucionar un dilema humano o reparar una condición humana. Cuando ocurre un milagro, toda la alabanza y la honra se deberían dar al Señor que lo efectuó.

Lección 6
La fe y el sufrimiento

El mejor pasaje para empezar el estudio es quizás Romanos 8.35–39.

Basado en el conocimiento de que nada puede separarlo del amor de Dios en Cristo Jesús, veamos algunas de las palabras utilizadas en los versículos sobre el sufrimiento.

Sufrimiento, pathema); estar sometido a, por ejemplo: dificultad o dolor; subjetivamente: emoción o influencia: se traduce como afección, aflicción, dolor, padecimiento.

EL SUFRIMIENTO Y LA PERSECUCIÓN

Leamos 2 Timoteo 3.12. Cuando Pablo escribió a Timoteo, a quien había dejado en Éfeso para pastorear la iglesia creciente, ordenó al joven a ser fuerte frente a la persecución. En el contexto: (Versículos 3.10–11.) Se nos recuerda el precio que pagó Pablo por predicar el evangelio. Tal como le escribió a Timoteo, hasta el día de hoy a todos se nos enseña que los creyentes encontraremos resistencia cuando dirigimos nuestra vida en un orden divino.

EL SUFRIMIENTO Y NUESTRA NATURALEZA PECAMINOSA

¿Ha leído usted alguna de las historias de los ancoritas? Estos fueron los “ermitaños para Cristo” que vivieron entre los siglos tres y cuatro; fueron hombres y mujeres que se comprometieron a llevar una vida de pobreza y carencia personal para llegar a ser santos. Creían que el camino a la santidad sólo se hallaba a través del aislamiento extremo y del sufrimiento físico. La Biblia no nos enseña ni exige que procuremos o aceptemos este tipo de sufrimiento. Sin embargo, sí enseña que nadie puede entregarse sin sufrimiento a una vida de victorias personales sobre el pecado. Una victoria requiere una batalla: incluso una batalla victoriosa requiere sufrimiento. ¿Cómo aprenderemos a encontrar el equilibrio de esta realidad: saber que soportaremos el sufrimiento, confiando al mismo tiempo en la victoria venidera? Lea 1 Pedro 2.11–17. Note cómo Pedro se dirige a nosotros como «peregrinos» de la fe y nos alienta a armarnos en nuestra mente para la batalla contra el pecado. Aunque este pasaje también está vinculado con la persecución, la exhortación de Pedro trata directamente con el sufrimiento que enfrentamos por haber elegido vivir de manera diferente que antes de venir a Cristo. Este pasaje describe el sufrimiento que enfrentaremos al lidiar con nuestra caída naturaleza humana. Este sufrimiento viene en dos formas: interna y externa. La tentación nos llega de la misma manera en que el enemigo se apareció ante nuestro Señor Jesucristo (Lucas 4.1–13). Pero todos tenemos una naturaleza caída que nos acosa, aun cuando no experimentemos ningún estímulo externo hacia el pecado: una "vida propia" con la capacidad total de asaltarnos, ¡y a veces hasta de mostrarse como el tentador mismo!

Leamos 1 Corintios 10.13. Esta promesa llena de poder permite a todo creyente tener confianza en la lucha contra la tentación:
Primero, no le llegará tentación a menos que usted tenga la facultad —si usted así lo elige— de encararla correctamente. Como un padre amado que no dejaría a su niño andar en bicicleta antes de aprender a caminar, su Señor no le permitiría enfrentarse con tentaciones que están fuera del límite de sus capacidades.

Segundo, su Señor proveerá siempre una vía de escape (del griego ekbasis; salida, puerta de escape). ¡Cuando Él permite la prueba, también provee la salida! Y Tercero, el designio de Dios al darnos una salida no es para promover nuestras debilidades, sino para aumentar nuestra resistencia. En la frase «para que podáis soportar» vemos la palabra poder, que viene del griego, dunamis. Nosotros recibiremos poder para soportar la prueba.

Revisemos la promesa: (1) No seremos tentados más allá de nuestra posibilidad de resistencia. (2) No seremos tentados sin tener la posibilidad de una vía de escape. (3) No seremos tentados sin que Él nos dé poder completo para mantenernos firmes y enérgicos.

Esta es una promesa poderosa. Empero, aunque ofrece un escape, también implica que no hay cómo escapar al sufrimiento que viene de lidiar con la tentación.

Sondeo A Profundidad

Algunos enseñan que un creyente verdadero nunca debería estar enfermo. Pero aunque usted sea un creyente verdadero, al margen de cuán firme pueda ser su fe, es probable que se enfrente con la enfermedad. Leamos Filipenses 2.26–30. La historia de Epafrodito es preciosa. Su enfermedad aparentemente vino como resultado de una misión militar que tuvo. Aquellos que están al servicio de otros y en un ministerio que exalta a Cristo también se enferman. Aunque su fe personal sea firme y se asocien con quienes regularmente experimentan lo milagroso (¡esto se aplicaría ciertamente a la vida de Pablo!), Dios no les promete una vida libre de la prueba de la enfermedad.

¡Qué mala noticia! Y ¿cuál es la buena noticia? Que de la misma manera en que hay una respuesta para la tentación del pecado, también la hay para los efectos que la caída manifiesta sobre la enfermedad y la afección humana. Esto no quiere decir que Epafrodito estaba enfermo por sus propios pecados. De ninguna manera. Sencillamente vemos que estaba enfermo porque nadie vive en un planeta caído sin estar expuesto a los efectos de la maldición; en los efectos del pecado y la maldición se incluyen la enfermedad, el dolor y el sufrimiento.

Pero hilemos este tema. Pablo se apresura en decir que Epafrodito se sanó por la misericordia de Dios. El mensaje de esperanza y fe es que, al igual que Epafrodito, usted y yo podemos encontrarnos enfermos al tratar de cumplir nuestras misiones y ministerios; pero si eso ocurre, ¡también está a nuestra disposición la misma misericordia de sanidad que obró en él!

Es un desafío estar expuestos al sufrimiento mientras vivamos en un mundo en decadencia. Esto mismo le manifestó Pablo a la iglesia en Roma (Romanos 8.18–25): toda la creación gime a una y nosotros gemimos con ella, aguardando aquel día en que seremos liberados para siempre en la aparición de Cristo. Pero no debemos tomar la palabra "gemido" como si nos entregáramos a la derrota por medio del sufrimiento.

¡Nunca! El creyente que perdura en la vida en un planeta caído puede aferrarse a las promesas de Dios. Lea esos versículos y vea el consuelo que se encuentra a continuación, en Romanos 8.26–28. A partir de nuestra experiencia de sufrimiento, al lidiar con toda la realidad del efecto del pecado, el Espíritu de Dios nos da poder en la fe para llevar una vida de victoria, siendo vencedores en todo lo que hagamos y extendiendo esa vida de victoria a todos los que el Señor nos pone en el camino.

Lección 7
La fe salvadora

Analicemos este tema: ¿Qué es la fe salvadora?

Se centra en Cristo: Es fe en Dios por medio de la persona de Cristo Jesús. La fe de salvación siempre enfoca hacia Jesús como persona, y no hacia Él como un simple concepto. En otras palabras, cuando usted o yo permitimos que se separe a Jesús de nuestro estudio de la Palabra de Dios, este estudio se vuelve únicamente un objetivo académico sin el poder del Espíritu que nos enseña a glorificar a Jesús en nosotros por medio de la Palabra. Por verdadera que sea la Biblia y por maravillosa que sea la sabiduría que destila, la vida de las Escrituras está ligada a Cristo. No nos atrevemos a separar la Palabra de la Persona.

Vayamos al comienzo del evangelio de Juan. Al leer la primera docena de versículos vemos cuán cuidadosamente presenta Juan a Jesús como la Luz y el Creador del mundo. Ahora veamos Juan 1.12. Note cómo el acto de recibir a Cristo se hace posible por la presencia de la fe. ¿Qué se dio a los que creyeron y recibieron? Potestad (poder) de ser hechos hijos de Dios.

Veamos Juan 3, la conversación nocturna que Jesús tuvo con Nicodemo. Aquí el centro de la fe se presenta con palabras que muchos hemos memorizado. Leamos Juan 3.15–19, y observe las cinco veces que se menciona el creer en la persona de Jesucristo.

Estos pasajes y los que preceden lo aclaran bien: Primero, todos los asuntos vitales están centrados en la persona de Jesucristo, no en los «objetos». Segundo, la fe de salvación se despierta por la palabra del evangelio.

A medida que crece en la experiencia cristiana, esta faceta de la gracia de Dios (que Él es el iniciador y el autor de su fe) no sólo se volverá más preciosa para usted, sino que también descubrirá que la fe salvadora tiene el poder para encender la fe de poder en el diario vivir. Ya que Dios es el iniciador, el creyente sólo tiene que descubrir lo que Él está iniciando; o sea, ¿qué dice la Palabra de Dios acerca de lo que Él quiere hacer? ¿Qué es lo que el Espíritu Santo le incita a aceptar? Cuando descubrimos la provisión que Dios ya ha puesto en marcha, podemos confiadamente apropiarnos de ella en fe, tal como hicimos en la conversión cuando recibimos a Cristo.

Leamos A Los Romanos 3.21–26 y respondamos las preguntas siguientes:

1. ¿Quién ha pecado? Todos los seres humanos.
2. ¿Cómo se recibe la justicia de Dios? Por la Redención en Cristo Jesús.
3. ¿Quién es justificado? Al que es de la Fe de Jesús.

Redención: Una liberación asegurada por el pago de un rescate, liberación, dar en libertad. La palabra, en el griego secular, describía a un conquistador soltando a los prisioneros, un amo redimiendo a un esclavo. En el NT, la palabra designa la liberación del mal y de la condenación del pecado por medio de Cristo. El precio que se pagó para la compra de esa liberación fue su sangre derramada.

Mientras respondemos a las preguntas usted y yo revisamos y nos enfrentamos a los principios fundamentales de la salvación. Es un milagro, ¿verdad? Nuestra salvación no es un milagro porque nosotros éramos especialmente malvados. Jesús lo hizo. ¡Él nos rescató! ¡Milagrosamente!

Es la tendencia normal del ser humano olvidarse que la naturaleza de la provisión y el poder operante al momento de nuestra experiencia de fe salvadora es absoluta y magníficamente milagrosa. Con el paso del tiempo, muy fácilmente nuestra conversión se vuelve parte de un viejo álbum, un diario personal o un recuerdo de tiempos antiguos. Sin embargo, si podemos mantener candente la naturaleza milagrosa de la «fe salvadora», podemos seguir preparados a experimentar muchísimos momentos más de fe de poder, operando en las circunstancias diarias de la vida tal como la salvación fue el momento de decisión en nuestra vida. Pero si nos olvidamos de la naturaleza sencilla pero milagrosa de nuestra salvación «original» (cómo Dios nos atrajo hacia sí, cómo nos persuadió y nos avivó por medio de la Palabra), nos volveremos insensibles a su disponibilidad para tratar con nosotros hoy día y estaríamos desprevenidos o lentos en responder a la fe.

En verdad cada área de nuestra vida se ha diseñado para sentir la iniciación, la atracción, la conquista y la convicción de Dios por medio de su Palabra y su Espíritu. Milagrosamente, El nos motiva hacia la fe para con nosotros mismos, el matrimonio, los niños, nuestros asuntos y para todas las áreas de la vida.
¿Cuál es la antítesis de caminar por fe? (2 Corintios 5.7). Es que andamos por fe, no hemos visto y creemos.

La fe que usted emplea para confiar todos los días en Dios es la misma fe que utilizó para la conversión. La fe se desarrolla, se vuelve más fuerte y también evoluciona; pero no cambia la esencia. Esto es algo digno y maravilloso de observar y recordar, porque muestra cómo Dios promete cubrir cada necesidad que tenga hoy en su vida, ¡y cubrirla a través de ese sencillo proceso de fe que usted y yo iniciamos!

Lección 8
El lenguaje de la fe

Debemos considerar tres grandes obstáculos antes de explorar el fabuloso tema del lenguaje de la fe:

Primero: El lenguaje de la fe no trata de crear una falsa realidad. A veces los que escuchan la palabra «fe» piensan que esta es una manera de negar la realidad. Lo que no es verdad. Por ejemplo, el lenguaje de la fe no niega la existencia de la enfermedad, ni ninguna otra cosa como la bajeza humana o la maldición que ha caído sobre el hombre como consecuencia del primer pecado. No es un lenguaje de «pretensiones», como si sólo pronunciando ciertas palabras, pudiéramos salir de la pobreza, la enfermedad, o cualquier otro problema que enfrentamos. La fe verdadera no se trata de eso. ¡No! Pero hay una manera especial de responder en fe a la realidad. Cuando lo hace, ¡hablará de cierta manera! Su lenguaje empleará palabras de fe. En vez de rendirse a la realidad de la circunstancia, la fe hablará de la voluntad del Señor para ese momento. En vez de ahondar en los síntomas de la realidad, la fe meditará en las promesas de Dios. En vez de someterse a la derrota o al desánimo, la fe dará alabanza a Dios por su bondad. Hablar en fe no es practicar el arte de hacer caso omiso a la realidad, sino expresar con confianza lo que Dios ha prometido hacer con nuestra realidad.

Segundo: El lenguaje de la fe no se puede reducir a la simpleza de hablar positivamente. Podemos mostrar que el negativismo es la causa de muchos fracasos, pero hablar positivamente no es lo mismo que hablar en «fe». El lenguaje de la fe, sea positivo o negativo, habla la Palabra de Dios. Hablar en fe es utilizar las promesas de Dios, no sólo las buenas intenciones del hombre. Hablar positivamente es muy bueno, pero el lenguaje de la fe accede al trono de Dios. Hablar positivamente puede mover a muchos, pero no mueve la mano de Dios.

Tercero: Aunque esta lección busca identificar el sonido cierto de la fe, es peligroso pensar que una vez reconocido se puede practicar separado de la obra energizante del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el Espíritu de fe y de gracia. Él da fe viva, dinámica. No hay nada más superficial que una apariencia de fe sin la sustancia dada por el Espíritu Santo. Cuando se trata del lenguaje dé la fe, cada uno de nosotros necesita un tratamiento profundo del Espíritu, para que de la abundancia del corazón, hablemos palabras de fe (Mateo 12.34).

Leamos Proverbios 18.21 para responder las siguientes preguntas:

1. ¿Qué tiene la lengua bajo su poder? La muerte y la vida
2. ¿Qué hace la lengua para producir el fruto de la muerte y de la vida? (20) Llena el vientre (corazón) del hombre y se sacia del fruto de sus labios.

Proverbios 16.24 revela lo que la sabiduría divina (su Palabra) enseña a nuestros corazones: verdades y promesas que deben reflejarse en nuestra conversación y transmitir esas enseñanzas de nuestros labios. La Palabra en nuestros corazones debe influir sobre nuestra conducta y conversación. La «dulzura» y la «medicina» que tales palabras promueven son deseables, ya sea para nuestras relaciones humanas o para la recepción de la gracia divina en nuestro diario vivir. Llevan al creyente a una vida victoriosa a través del reconocimiento del poder y la fortaleza de Dios, tanto con nuestras acciones como con nuestros labios.

«El creer puede tomar formas opuestas. Puede ser fe o duda. Cuando crees que Dios existe, que te ama y que está atento a tus necesidades, entonces nace la fe en el corazón.» «De la misma manera la duda es igualmente real. Al contrario de la fe, la duda te dice que Dios no existe, o que no te ama y no se preocupa de tus necesidades. La duda hace que el temor aparezca, lo que acarrea tormento, no paz. En realidad el temor te impide recibir las cosas buenas que Dios desea enviarte. Apodérate de esta verdad: Duda, y no recibirás nada; ten fe, y recibirás. Durante muchos años he dicho: ¡Espera un milagro!»

«Tales expectativas abrirán tu vida a Dios y lo pondrán en condiciones de recibir salvación, gozo, salud, ayuda económica y también paz mental; en pocas palabras, todas las cosas buenas que tu corazón desea, ¡y mucho más!»

Pat Robertson respondió así a la pregunta « ¿Cómo orar para que ocurra un milagro?»: «Cuando enfrentemos una gran necesidad, ya sea nuestra o ajena, debemos humildemente buscar la voluntad de Dios en el asunto: “Padre, ¿qué te propones hacer en esta situación?” Jesús dijo: “Mi padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5.17). Escuchó la voz del Padre, y le puso atención. Cuida de no comenzar o terminar oración alguna diciendo torpemente: “Si es tu voluntad”. En lugar de ello, debes tratar de conocer la voluntad de Dios en cada situación particular y basar en ella tu oración. Orar por un milagro constituye una invitación al Espíritu Santo para que se manifieste. Cuando ese es su propósito, Él te lo hará saber. Entonces puedes pedirle el milagro que ya sabes que El desea llevar a cabo.

»Las palabras de Jesús fueron: “Cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho” (Marcos 11.23). ¡Cree en tu corazón que ya ha sido hecho! Proclámalo con la fe que Dios da. Pero recuerda, los milagros nacen de la fe en el poder de Dios, no de un ritual, fórmula o fuerza de la voluntad humana»

En última instancia, nuestro lenguaje de la fe depende del conocimiento de la misma verdad que conoció Pablo. Es la vida del Señor Jesús que da sentido a la confesión de fe. Recuerde lo que dijo Salomón:

«La muerte y la vida están en poder de la lengua» (Proverbios 18.21). Como sabemos que Jesucristo está vivo, y que como Resucitado está listo para administrarnos su poder vivificante ¡inmediatamente!— en todas las circunstancias presentes, podemos elegir expresarnos desde el punto de vista de la vida y no de la muerte. Nuestras palabras de fe pueden acoger y cooperar confiadamente con la voluntad de Dios, tal como lo ha revelado en su Palabra. Hoy y todos los días podemos disfrutar el vocabulario de fe, ¡hasta que vuelva el Señor!


Lección 9
La fe y la restauración

¿Qué es lo que Dios va a restaurar que se ha perdido? ¿Hay algo que Dios no restaurará? ¿Cómo puedo cooperar con el plan divino de restauración? Estudiaremos en esta lección: (1) Las promesas y el programa de restauración de Dios de los cuales tenemos un registro histórico;
(2) los conceptos bíblicos de restauración; y
(3) las promesas de Dios de restauración para su vida.

La fe alcanza su mayor exponente cuando usted y yo cooperamos con el plan eterno de Dios y nos unimos a Él en su búsqueda, en vez de exigirle que se una al nuestro.

La restauración implica que se ha perdido algo. Nadie puede vivir en un planeta caído, tratar con la naturaleza propia caída y enfrentar la naturaleza caída de los demás sin sufrir pérdidas. Si aprender a vivir por fe, podrá evitar que el fracaso sea algo normal, aunque no desaparecerá por completo. Cuando ocurra, como usted se ha comprometido a estar en el programa de Dios, sentirá la gracia y el poder de los ministerios de restauración de Dios.

EJEMPLOS HISTÓRICOS DEL PODER DE RESTAURACIÓN DE DIOS

Zacarías y Hageo son dos de los profetas que pertenecieron al período de restauración. Generalmente se cree que este período vino después de que gran parte de la población de Israel fuera deportada a Babilonia. Israel fue entonces repoblado por los babilonios, y más tarde por el imperio persa. Aun antes de que comenzara la deportación, después de años de derrotas humillantes a mano de los asirios, Dios habló a través de sus profetas e indicó que Israel sería restaurada en sus tierras. Al comenzar dicha restauración, tal como Dios había dicho, Zacarías y Hageo fueron usados para hacerle recordar al pueblo el plan de Dios.

HAGEO

Hageo profetizó durante los esfuerzos de Esdras y su pueblo por reconstruir el templo de Salomón que había sido demolido. La fecha del ministerio de Hageo data aproximadamente desde el año 520 a.C. y se registra en el libro del Antiguo Testamento que lleva su nombre.
El difunto Sam Middlebrook escribió lo siguiente del ministerio de Hageo: «El libro de Hageo aborda tres problemas comunes a todos los pueblos en todas las épocas, y ofrece tres inspiradoras soluciones a estos problemas. El primero de los problemas es el desinterés (1.1–15). El pueblo había retornado del exilio con el propósito de reconstruir el templo de Jerusalén (Esdras 1.2–4) y había comenzado la tarea asignada; pero surgió la oposición y la obra se detuvo. La gente se interesó más en construir sus propias casas, quizás para olvidar el tiempo vivido en tierra extraña (1.4). Dios les habló en dos ocasiones para despertarlos de su apatía. Primero debían reconocer que su vida era infructuosa (1.5, 6), porque habían desestimado la casa de Dios para ocuparse de sus propias casas (1.7, 9). Los esfuerzos por construir su propio reino no podrían jamás producir frutos permanentes. Después de tomar conciencia de sus problemas, el pueblo debía comprender que Dios aceptaría la obra que pudieran hacer, lo glorificarían con solo dedicarle lo que tenían (1.8).

»El segundo problema es el desaliento (2.1–9). Algunos los mayores dentro del grupo de los exilados que retornaron habían visto el templo de Salomón cuando eran niños; así que ningún edificio, por hermoso que haya sido, podía compararse con la gloria del templo anterior (2.3). El desaliento de los mayores pronto influyó en los jóvenes, y a sólo un mes de iniciada la obra cesó la edificación del templo. Pero, de nuevo Hageo trae un mensaje dirigido a enfrentarse enérgicamente al desaliento del pueblo. La solución consta de dos partes: una trata del problema inmediato, la otra ofrece una solución a largo plazo. Por el momento, es suficiente que el pueblo se esfuerce… se esfuerce… y trabaje (2.4). La otra clave para superar el desaliento es hacer saber a los constructores que están edificando un templo para que Dios lo llene con su gloria, de tal manera, que sobrepase la antigua gloria del templo de Salomón (2.9).

»El último problema que Hageo enfrenta es el de la insatisfacción (2.10–23). Ahora que pueblo está trabajando espera recuperar rápidamente los años de inactividad. Entonces el profeta se presenta ante los sacerdotes con una pregunta (2.12, 13) sobre las cosas limpias e inmundas y su influencia recíproca. La respuesta de los sacerdotes es que la inmundicia se contagia, mientras que la santidad no. La lección es obvia: no esperes que la obra de tres meses compense dieciséis años de negligencia. El siguiente mensaje de Dios para el pueblo constituye una sorpresa: Mas desde este día os bendeciré”(2.19). La gente debía comprender que la bendición de Dios no podía ser comprada, sino que era una dádiva gratuita del Dios misericordioso. Dios escogió a Zorobabel como una señal (2.23), es decir, como representante de la naturaleza del siervo, la cual tuvo su máxima expresión en el más grande hijo de Zorobabel, Jesús. Nótese el nombre de Zorobabel en las dos listas genealógicas que aparecen en los Evangelios (Mateo 1; Lucas 3), lo que indica que la más alta y definitiva bendición de Dios se encarna en una persona, la de su Hijo Jesucristo»

ZACARÍAS

El ministerio profético de Zacarías se dirige al mismo pueblo pero en un proyecto de construcción diferente. Mientras Hageo se dedica a la construcción del templo, Zacarías se ocupa de la reconstrucción de los muros y de las puertas de Jerusalén. Tal como el libro de Esdras da el respaldo histórico para el ministerio profético de Hageo, el libro de Nehemías lo hace para con las profecías de Zacarías. El lineamiento del libro de Zacarías varía drásticamente con respecto a lo que acaba de ver en Hageo. Contiene una serie de visiones y la presentación de estas al pueblo, acompañadas de mensajes proféticos.

La palabra fuerza se traduce como «riqueza», «valor», «virtud» (carácter), «un ejército». Aquí se refiere a la dependencia. ¿Qué motiva la fe en usted a la restauración que anhela? Aunque estas cosas son importantes para el programa de restauración, no debe depender de los recursos humanos, del valor, de los números o de la fuerza. ¡En última instancia, ¡la restauración verdadera es imposible sin Dios! La palabra poder se refiere casi exclusivamente a un mensaje de fuerza y así se traduce. Tal como los profetas y poetas hebreos, esta unión entre la fuerza y el poder es una herramienta literaria y polémica. Una palabra está edificada sobre la otra, para que cuando se combinan, podamos tener un cuadro más completo. ¡Aquí el profeta insiste en que la restauración es imposible a través de la fuerza y el poder humanos!

Hacer restitución, En forma figurada, ser o estar (completar; por insinuación, ser amigable; por extensión, corresponder). Se traduce como «desagraviar», «terminar», «llenar», «hacer el bien», «restaurar», «restituir». Da la idea de devolver algo a su propietario, o de enmendar, en el sentido de intentar devolver algo a su sitio original.

Restablecer, Devolver en forma práctica o figurada (no necesariamente con la idea de que sea a su punto de origen). Esta palabra trae la connotación de un nuevo comienzo. El regreso al punto de partida podría ser imposible en términos geográficos o de tiempo. Sin embargo, en este sentido, «restablecer» hace posible un nuevo comienzo.

CONCEPTOS BÍBLICOS DE LA RESTAURACIÓN

El concepto de la restauración comienza con la Ley. A modo de ejemplo, Éxodo 22. Los primeros versículos tratan con el restablecimiento y la restitución de algo que ha sido robado. Si la ley demanda una restitución que repone más de lo que se ha perdido, es lógico asumir que el Señor, quien es el autor de esa ley, haga lo mismo. Esto es precisamente lo que vemos de la restauración del templo: Él dijo que la gloria de la casa venidera sería mucho mayor que la de la primera. Cuando Él restaura, su obra produce algo de mejor calidad que lo que originalmente se perdió. En Zacarías 4.10, la profecía parece reprender al pueblo por pensar que las paredes reconstruidas serían muy bajas Leamos Job 42.12. ¿Qué dice acerca de la condición en que se encontraba Job al final de su vida con respecto a la que llevaba antes de vivir semejante tragedia? Aunque Job se utiliza a menudo como un ejemplo de lo que uno no quisiera ser, la bendición del Señor sobre este hombre, que confió en Él a través de la adversidad, es poderosa. En Isaías 42.22, ¿cuál es la condición en que se encuentra el pueblo? Al leer sobre su circunstancia de abuso, vea lo que el profeta les dice que no tienen la capacidad de hacer. ¡Se han convertido en tales víctimas que ni pueden pedir restauración! Tristemente, esto es frecuente con quienes se han convertido en víctimas. Ya sea real o imaginario, la víctima no puede concebir que algún día llegue a ser como era, mucho menos, que podría ser mejor.

«¿Cómo puedo creer en la restauración de mi matrimonio?» o, «¿cómo puedo tener fe en que mis emociones serán restauradas?» la restauración será posible sólo cuando usted crea que es posible. La Palabra de Dios lo motiva a creer en la posibilidad de la restauración.

¿EXISTE ALGO QUE NO SE PUEDE RESTAURAR?

Algunos se harán esta pregunta. La responderemos con las palabras de Jesús.
Mateo 17.20: “Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”.
Mateo 19.26: “Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible”.
Marcos 10.27: “Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas”.
Lucas 1.37: “porque nada hay imposible para Dios”.

PROMESAS DE RESTAURACIÓN

Usted descubrirá en estas promesas lo que Dios ha de restaurar.

El gozo perdido de la salvación: Salmos 51.10–12: «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente».
Esta oración de David es su respuesta a la obra de convicción del Espíritu Santo luego de su pecado con Betsabé. Está incluida en las Escrituras porque nos ofrece un modelo de la posibilidad de recibir perdón y la restauración del gozo de salvación.

El sentido perdido de justicia: Isaías 1.26: «Restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como eran antes; entonces te llamarán Ciudad de justicia, Ciudad fiel».

La idea expresada aquí es que los estragos del pecado producen insensibilidad a la justicia. La insubordinación gobierna sin respetar los valores absolutos o el marco sobre el cual se puede edificar una comunidad de justicia. Dios promete restaurar a su pueblo para que sus vidas se puedan basar en la justicia, que posibilita llevar una vida según el plan inicial.

La motivación perdida para vivir: Isaías 57.18: «He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus enlutados».

Lea los versículos precedentes al versículo 18. ¿Qué clase de actitud atrae esta promesa de restauración de Dios? «No hay paz para los impíos» contrasta con la restauración del consuelo y ayuda a definir el significado de consuelo. No quiere decir consuelo en el sentido de conveniencia. Tiene más que ver con el llanto. La obra de restauración divina quitará ese tipo peculiar de tristeza que le roba al hombre la motivación por la vida. Cuando el penitente toma los pasos necesarios para avanzar más allá de la tristeza personal y el llanto se arrepiente ante el Señor y Él le dará tal renovación que renace la posibilidad de vivir de nuevo.

La intimidad perdida con Dios: Jeremías 30.17: «Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sión, de la que nadie se acuerda». Esta promesa es especial porque se refiere al fin del juicio. Cuando el profeta Jeremías dijo: «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis» (Jeremías 29.11), se refería al fin de la dispersión de Israel; cuando regresaran a la tierra. El poder de la Palabra se emite durante la época en que Israel cosecha lo que sembró. Aun allí, Dios les dice: «Esto pasará. No es esto lo que quiero para ti. Yo te daré paz, y cumpliré las expectativas que todavía son posibles porque eres mi pueblo». Las heridas en Jeremías 30.17 no son causadas por hombres. ¡Las causa el juicio de Dios! Por tanto podemos con seguridad dar expresión al corazón y a la voluntad de Dios para quien ha vivido el juicio del Señor por los pecados cometidos. Él desea sanar las heridas de su juicio y restaurar su corazón hacia Él.

El tiempo perdido: Joel 2.25: «Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros».

Sería suficiente que el Señor prometiera restaurar lo que fue destruido por las plagas de langosta. Sin embargo, fue más allá de la sustancia material, abarcando en la promesa de restauración el tiempo perdido por culpa de las plagas. El pecado y sus consecuencias roban al hombre su posesión más valiosa: El tiempo. Pero cuando el corazón vuelve a Dios, se pueden restaurar los años perdidos en el matrimonio, en la paternidad, en la juventud; como también se pueden aprender las lecciones valiosas que se desperdiciaron.

El poder perdido para vivir con fortaleza: Isaías 40.31: «Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán».

Esta restauración tiene también una condición. La renovación de la fuerza está disponible para quienes descansan en el Señor. Utilice una concordancia para ver cómo en los Salmos se traduce esta palabra. Indica dependencia. ¡La idea de depender de otro no es popular en nuestra cultura! Se ve como señal de debilidad y disfunción. Pero en lo que respecta a su relación con el Señor, la dependencia es un factor de fuerza. ¡Su fuerza depende de su debilidad! En efecto, ¿no es lo que dijo el apóstol Pablo? «Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Corintios 12.10). Asimismo, busque en su concordancia cómo se traduce la palabra «renovar». Descubrirá que tiene que ver con el cambio, con la renovación de lo que muere y algo nuevo que toma su lugar.

La juventud perdida en la vida: Salmos 103.5: «El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila». La idea aquí es que a pesar de la edad, la obra de restauración de Dios lo ayudará a mantenerse joven. Se menciona el águila por el proceso de restauración de las plumas. Tal vez resulte cómico, pero las águilas no pueden volar sin plumas. Quizás tengan músculos, habilidad innata y oportunidad, pero sin plumas, ¡no volarán! ¡Algunos cristianos son como las águilas sin plumas! Poseen los músculos (la fuerza de propósito), la habilidad (conocen los principios bíblicos) y tienen la oportunidad, pero no vuelan. Lo harán sólo cuando le dejen a Dios satisfacer el apetito con lo bueno de su Palabra y le permitan renovar su visión juvenil.

Lección 10
El padre de la fe

ABRAHAM: EL PADRE DE LA FE

La Biblia llama a Abraham «el padre de la fe» (Romanos 4.11) y padre de los creyentes. Es a quien Dios prometió: «Y serás padre de muchedumbre de gentes» (Génesis 17.4); cuando Pablo escribe a los Gálatas, señala que todo el que cree en Jesucristo se ha convertido en descendencia de Abraham (Gálatas 3.29 leer). Como personas de fe, usted y yo nos hemos convertido en miembros de la casa de Abraham (Romanos 4.13 leer), así que las promesas que se hicieron para la descendencia de Abraham se pueden aplicar a nuestras vidas de fe (Romanos 4.16; Gálatas 3.16 leer). Abraham aparece a menudo como el padre de la fe, y Pablo utiliza el ejemplo de su vida para enseñar eficazmente a los gálatas. Sin embargo, la sección que mejor define el papel de Abraham en los asuntos de fe se ubica en la carta de Pablo a los romanos.

La jornada de fe de Abraham. El viaje de 2.400 km de Abraham estaba alimentado por la fe. «Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia (…] Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena […] porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Hebreos 11.8–10)

¿Cuáles son las seis cosas que Dios le prometió a Abram? (Génesis 12.1–3)

1. HARÉ DE TI UNA NACION AGRANDE
2. TE BENDECIRÉ
3. ENGRANDECERÉ TU NOMBRE
4. SERÁS BENDICIÓN
5. BENDECIRÉ A LOS QUE TE BENDIJEREN Y MALDECIRÉ A LOS QUE TE MALDIJEREN
6. SERÁN BENDITAS EN TO TODAS LAS NACIONES DE LA TIERRA.

Abram parte de Canaán hacia Egipto por causa del hambre (Génesis 12.10).

Aunque creemos en Dios, obedecemos su Palabra y andamos en su camino, no tenemos ninguna garantía contra el hambre. Nuestra jornada de fe, al igual que la de Abraham, atravesará momentos de hambre. Estas sequías a veces se dan cuando perdemos el trabajo, hay enfermedad y/o a través de algún otro modo de sufrimiento. La fe no es tan solo el poder para defenderse del mal, es el poder que nos da Dios para procesar la realidad. La fe nunca niega la realidad sino que la atraviesa con la confianza de la victoria prometida por Dios. En verdad, 1 Juan 5.4 específicamente anuncia que la fe es la victoria que ha vencido al mundo. ¿Cuando vence usted? ¡Al momento en que empieza a creer!

La lucha de la fe no concluye en la victoria de conseguir aquello en lo que tenía puesta la esperanza. ¡No! Usted gana en el momento en que toma una posición de fe cuando decide poner la confianza en el Señor, en lo que El ha dicho en medio de circunstancias amenazadoras.

Algunos sugieren que Abram no debería haber dejado la tierra que el Señor le acababa de indicar que le sería dada (Génesis 12.7–9). Si esto fuera en verdad una falla en la fe de Abram, si este fracasó en confiar en Dios frente a las circunstancias difíciles, se hace todavía más interesante ver cómo el Señor trató con su imperfección. En vez de mandarle una plaga por su falta de fe, Dios mandó una plaga a Faraón. Aunque no parece que Abram estaba en condiciones de decidirse a salir de Egipto, Dios intervino de manera tal que fue provisto y virtualmente forzado a volver a la tierra que llegaría a ser suya.

Regocíjese en esto. Su jornada de fe no requiere que usted sea perfecto. Un creyente no es una persona infalible. Sin embargo, un creyente es alguien que responde a Dios cuando se descubren las fallas. Abram volvió al altar que había hecho antes, al principio, cuando vino a la tierra, entonces invocó de nuevo en ese lugar al nombre del Señor (Génesis 13.3–4).

Abram le deja elegir las mejores tierras a Lot, su sobrino, y recibe bendición (Génesis 13) La lección es simple: Cuando las decisiones de otros lo dejan a usted en desventaja, ¡Dios lo tiene justo en el lugar donde quiere que esté! Él quiere cumplir todas las promesas que le ha hecho en la misma circunstancia que a usted le parece un desierto.

Abram rescata a Lot (Génesis 14.14–17).

Como contraste al egoísmo de Lot, vea el espíritu generoso de Abram. Cuando supo Abram de la cautividad de Lot, convocó inmediatamente a sus sirvientes y los preparó para rescatar a su sobrino. Este hecho es otra ojeada al carácter de este «padre de la fe». La misión tuvo éxito, y como resultado de la victoria ocurrieron dos incidentes importantes que sirven de enseñanza a todos los que viven por fe.

Lección: Una persona de fe no se asociará con quien mancille la fuente de bendición. De este incidente nuestra jornada de fe nos enseña: (1) A rescatar inclusive a los pecadores, (2) a manifestar generosidad en los diezmos y en las ofrendas y (3) a oponernos a cualquier sociedad que pudiera manchar la fuente de nuestras bendiciones.

Abram engrendra a Ismael por medio de Agar, la sierva de Sara (Génesis 16).

El nombre Ismael significa «Dios oirá». Aun cuando fallamos en una parte de nuestra jornada, ¡Dios todavía nos oye! El no nos abandona para que recibamos el resultado de nuestros pensamientos o actos carnales; sino que interviene para que la promesa que nos ha hecho ocurra de la manera que se propuso.

Abraham recibió la promesa de un hijo a través de Sara (Génesis 18.1–5).

El nombre de Abram es cambiado a Abraham. Abram significa «gran padre», pero Abraham significa «padre de muchas gentes». En ese momento Dios instituye una señal de pacto. En Génesis 18 se registra el incidente del cambio de nombre de Abraham, junto a una aparición del Señor acompañado por dos ángeles. Van camino a juzgar a Sodoma y a Gomorra cuando se detienen a visitar a Abraham. Como este les sirve con el tradicional lavamiento de los pies y les ofrece comida y provisiones, el Señor le habla.

El llamado de Abraham al sacrificio de Isaac (Génesis 22).

Finalmente, Abraham se enfrentó con el llamado supremo a la fe: A dejar frente al altar todo lo que Dios le había dado. A rendir todo, inclusive la promesa cumplida, y confiar en el que hizo la promesa por sobre todo.

Conclusión:

Hemos terminado nuestras lecciones de fe. Al final, cuando estemos frente a Dios, nuestra fe será lo que le traerá honra y gloria. «Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo»(1 Pedro 1.7).

¡Y nuestra fe será probada con fuego! La figura en el texto griego es de un artesano que repetidamente calienta el metal, haciendo salir la «basura» (impurezas, escorias, residuos) al surgir a la superficie del metal derretido. ¿Cuándo sabe el artesano que ha terminado? Se nos dice que en la antigüedad, el refinador sabía que había terminado el proceso de purificación recién cuando podía ver claramente su propio reflejo en el oro.

De la misma manera, nuestro amoroso Señor Jesús será nuestro compañero fiel a través de toda prueba de fuego. Al someternos al tratamiento de nuestra vida en su presencia, al confesar las impurezas que van surgiendo por causa del calor de las circunstancias, El removerá con amor toda la «escoria» de nuestras vidas. Al margen de cuánto hayamos avanzado en el proceso, un día glorioso nos encontrará frente a Él. Al haber removido la última de las impurezas, veremos su imagen perfeccionada: «Seremos semejantes a El, porque le veremos tal como Él es» (1 Juan 3.2).

Entonces mi hermano o hermana, crezcamos en la fe y en Cristo: ¡Quizás nuestra fe, probada por fuego, sea hallada en Él con toda la alabanza, la honra y la gloria!

Él es poderoso para guardarte sin caída
Y presentarte delante de su glorioso trono.
Yo me presentaré sin mancha y con gozo.
Porque Él es poderoso,
Sí, Jesús es poderoso,
Para guardarme sin caída, Él es poderoso.