terça-feira, 4 de maio de 2010

El Progreso del Peregrino (Prologo Apologético del Autor.)

No fue mi plan, cuando tomé la pluma para empezar la obra que te ofrezco, hacer un libro tal; no, me propuse escribir una cosa de otro género, la cual, estando casi concluida, esta empezaba, sin fijarme en ello.

Y era que al escribir sobre el camino por donde van los santos de este tiempo empleé con frecuencia alegorías sobre la senda que conduce al cielo, en más de veinte cosas que narraba, y otras tantas después se me ocurrieron. Brotaban de mi mente estas figuras como chispas sin número del fuego, y dije: Si tan pronto aparecéis, en orden os pondré con justo método, no vayáis a llegar a lo infinito, y a consumir el libro ya compuesto. Lo hice así; mas no me proponía mostrar al mundo mis escritos nuevos; lo que pensaba yo, no lo sabía; sólo sé que no tuve por objeto buscar de mis vecinos los aplausos, sino dejar mi gusto satisfecho.

En componer el libro mencionado sólo empleé de vacación el tiempo, por apartar mi mente, al escribirlo, de importunos, ingratos pensamientos.

Así con gran placer tomé la pluma, y pronto consignaba en blanco y negro las ideas venidas a mi mente, sujetas todas al fijado método, hasta tener la obrita, como veis, su longitud, su anchura y su grueso.

Cuando estaba mi libro terminado, a varios lo mostré, con el intento de ver de qué manera lo juzgaban: unos, Viva; otros, Muera, me dijeron. Unos me dicen: “Juan, imprime el libro.” Otros me dicen: “No.” Según criterio de varios, puede hacer un beneficio; otros opinan con distinto acuerdo.

En esta variedad de pareceres, yo me encontraba como en un estrecho, y pensé: Pues están tan divididos, lo imprimiré, y asunto ya resuelto.

Porque —pensaba yo— si unos lo aprueban aunque otros avancen en canal opuesto, con publicarlo se somete a prueba y se verá quién tiene más acierto. Y pensaba también: Si a los que quieren tener mi libro, a complacer me niego, no haré más que impedirles lo que puede ser un placer muy grande para ellos. A los que no aprobaban su lectura les dije: Al publicarlo no les ofendo; pues hay hermanos a los cuales gusta, aplazad vuestros juicios para luego.

¿No lo quieres leer? Déjalo: algunos comen carne, mas otros roen el hueso, y por si puedo contentar a todos, a todos hablo en los siguientes términos:

¿No conviene escribir en tal estilo? ¿Por escribir en él, acaso dejo de hacerte bien cual yo me proponía? ¿Por qué tal obra publicar no debo? negras nubes dan lluvia, no las blancas. Más si unas y otras a la vez llovieron, la tierra con sus plantas las bendice, sin lanzar a ninguna vituperio, y recoge los frutos que dan ambas sin distinguir de dónde procedieron. Ambas convienen, cuando está la tierra estéril por falta de alimento; más si está bien nutrida, las rechaza porque ya no le sirve de provecho.

Mirad al pescador cómo trabaja para coger los peces; qué aparejos dispone con astucia; cómo emplea redes, cuerdas, triángulos y anzuelos; mas aun habiendo peces, no lograra pescarlos con sus varios instrumentos, si no los busca, los atrae, los junta y les enseña el codiciado cebo.

¿Y quién dirá las tretas y posturas que tiene que adoptar el pajarero, si quiere coger caza? Necesita red, escopeta, luz, trampa, cencerro, según las aves que coger pretenda, y son innumerables sus rodeos. Más no le bastan; con silbido o toque atraerá tal pájaro a su cepo; pero si toca o silba, se le escapa, tal otro, que se coge con silencio. Suele hallarse una perla en una ostra o quizá en la cabeza de un escuerzo. Pues si cosas que nada prometían, cosa mejor que el oro contuvieron, ¿Quién desdeña un escrito, que pudiera ayudarnos a buen descubrimiento? mi libro (aun desprovisto de pinturas juzgadas por algunos como mérito) no carece de cosas que superan a otras muchas tenidas en aprecio.

“Bien juzgado ese libro — dice alguno — yo desconfío de su buen suceso.” ¿Por qué? “Porque es oscuro.” ¿Qué más tiene? “Es ficticio.” ¿Qué importa? Yo sostengo que algunos, con ficciones y con frases oscuras, cual las mías, consiguieron hacer que la verdad resplandeciese con hermosos y fúlgidos destellos. “Pero le falta solidez.” Explícate. “Esas frases, al corto de talento le turban, y a nosotros las metáforas, en vez de iluminar, nos dejan ciegos.”

Solidez necesita quien escribe de las cosas divinas, es muy cierto; ¿Pero me falta solidez porque uso metáforas? ¿Acaso no sabemos que con tipos, metáforas y sombras vino la ley de Dios y su Evangelio? en estas cosas el varón prudente no encuentra repugnancia ni defectos; los halla sólo el que asaltar pretende la excelsa cima del saber supremo. El prudente se inclina, reconoce que Dios habló por diferente? medios con ovejas, con vacas, con palomas, con efusión de sangre de corderos, y es feliz al hallar la luz y gracia que puso Dios en símbolos diversos.

No seáis presurosos en juzgarme falto de solidez, rudo en exceso: lo que parece sólido, no siempre tiene la solidez que nos creemos, no despreciamos cosas en parábolas; a veces recibimos lo funesto, y privamos al alma de las cosas que le pueden hacer grande provecho. Mi frase oscura la verdad contiene, como el oro la caja del banquero.

Solían los profetas por metáforas enseñar la verdad: sí, quien atento a Cristo y sus apóstoles estudie, verá que la verdad así vistieron. ¿Temeré yo decir que la Escritura, libro que a todos vence por su mérito, está lleno doquier de analogías, de figuras, parábolas y ejemplos? Pues ese libro irradia los fulgores que nuestra noche en día convirtieron.

Vamos, que mi censor mire sus obras, y hallará más oscuros pensamientos que en este libro; sí, sepa que tiene en sus mejores cosas más defectos.

Si apelamos ante hombres imparciales, por uno a su favor, yo diez espero que prefieran lo dicho en estas líneas a sus mentiras en brillante arreo. Ven, Verdad, aun cubierta de mantillas, tú informas el juicio, das consejo, agradas a la mente y haces dócil la voluntad a tu divino imperio; tú la memoria llenas con las cosas, que la imaginación ve con recreo y a la vez dan al ánimo turbado preciosa paz y bienhechor consuelo.

Sanas frases, no fábulas de viejas, manda San Pablo usar a Timoteo; más en ninguna parte le prohíbe el uso de parábolas y ejemplos, que encierran oro, perlas y diamantes, dignos de ser buscados con empeño.

Una palabra más. Hombre piadoso ¿Te ofendes? ¿Era acaso tu deseo que yo diese otro traje a mis ideas, o que fuese más claro, más expreso? déjame proponer estas tres cosas, y al fallo de mis jueces me someto. ¡Hallo que puedo usar, nadie lo niega, mi sistema, si abuso no cometo, con palabras, con cosas, con lectores; si en el uso de símiles soy diestro y en aplicarlos, procurando sólo de la verdad el rápido progreso. ¿Negar he dicho? No; tengo licencia (Y también de hombres santos el ejemplo, que agradaron a Dios en dichos y obras más que cualquiera del presente tiempo) para expresar las cosas excelentes en sumo grado que pensadas tengo.

Hallo que hombres de talla cual los árboles en diálogos escriben, y por eso nadie los menosprecia; quien merece maldición es quien usa su talento en abusar de la verdad, que debe llegar a ti y a mí, según los medios que Dios quiera emplear; porque, ¿quién sabe mejor que Dios, el que enseñó primero el uso del arado, cómo debe dirigir nuestra pluma, y pensamiento? el es quien hace que las cosas bajas suban a lo divino en raudo vuelo.

Hallo que la Escritura en muchas partes presenta semejanza con mi método pues nombrando una cosa, indica otra; se me permite, pues, sin detrimento de la verdad, que con sus rayos de oro lucirá comió el sol en día espléndido.

Y ahora, antes de soltar la pluma, de este mi libro mostraré el provecho, y él y tú quedan en la mano que alza a los humildes y hunde a los soberbios.

Este libro a tu vista pone al hombre que va buscando incorruptible premio: muestra de dónde viene, a dónde marcha, lo que deja de hacer y deja hecho; muestra cómo camina paso a paso, hasta que llega vencedor al cielo.

Muestra, además, a los que van con brío esa corona, al parecer, queriendo; más veréis la razón por la cual pierden sus trabajos y mueren como necios.

Mi libro hará de ti fiel peregrino, si te quieres guiar por sus consejos; el te dirigirá a la Santa Tierra, si de su dirección haces aprecio; el hará ser activos a los flojos, y hará ver cosas bellas a los ciegos.

¿Eres algo sutil y aprovechado? ¿Quieres una verdad dentro de un cuento? ¿Eres olvidadizo? ¿Desearas en todo el año conservar recuerdos? Pues lee mis ficciones, que se fijan en la mente, y al triste dan consuelo. Para afectar al hombre indiferente está escrito este libro en tal dialecto; parece novedad, y sólo encierra sana y pura verdad del Evangelio.

¿Quieres quitar de ti melancolía? ¿Quieres tú, sin locura, estar contento? ¿Quieres leer enigmas explicados, o contemplar absorto y en silencio? ¿Quieres manjar sabroso? ¿Ver quisieras un hombre que te habla en nube envuelto? ¿Quieres soñar, mas sin estar dormido? ¿Quieres llorar y reír al mismo tiempo?

¿Quieres perderte sin que sufras daño, y encontrarte después sin embeleso? ¿Quieres leer tu vida, sin que sepas que la estás en mis páginas leyendo, y ver si eres bendito, o todavía no has alcanzado bendición del cielo? Oh, ven acá, coge mi libro y ponlo junto a tu corazón y a tu cerebro.

Juan Bunyan