terça-feira, 3 de agosto de 2010

Forma y mensaje del Nuevo Testamento

Introducción

Cuando hablamos del Nuevo Testamento nos hacemos a la idea de la existencia de un “Antiguo”. Esto no siempre fue así. Lo que los primeros cristianos llamaban “Palabra de Dios” se encontraba registrada en los textos de la Biblia judía. A estos textos se les conocía como “la Escritura” o “la Ley y los profetas”. En los orígenes de la Iglesia cristiana no había otra cosa que esto, los libros que contienen lo que ahora llamamos “Antiguo Testamento”. Sin embargo, un cristiano leía de manera diferente los escritos de Moisés, los Salmos y las profecías a como los leía un judío en el primer siglo de nuestra era.

El judío leía teniendo como fundamento central el “pacto” hecho por Dios con el pueblo de Israel y sus promesas derivadas de ese “pacto” [La palabra berit, que significa precisamente “pacto” también se traduce como “testamento”, de allí el nombre de Antiguo y Nuevo Testamento]. El cristiano, en cambio, leía los escritos antiguos a través de unos “lentes” que permitían ver un nuevo mensaje. Estos “lentes” son la predicación y la vida de Jesucristo. La vida y mensaje de Jesús permitían ver el cumplimiento de la promesa de un “Nuevo Pacto” hecho por Dios con la humanidad a través del mensaje de la muerte y resurrección de Jesucristo, su Hijo. Esta promesa ya se encontraba anunciada en los escritos sagrados de los judíos, sólo que para poder encontrarla se necesitaban los “lentes” de la fe en Jesucristo.

Pero Jesús no escribió nada, excepto la efímera frase en la tierra con su dedo (Juan 8:6). No dejó ninguna “autobiografía” ni ningún escrito de su mensaje. Durante años tampoco los cristianos escribieron al respecto. La predicación cristiana se trasmitía de forma oral; se predicaba la vida de Jesucristo enfocándose principalmente en el mensaje de su muerte y su resurrección a la luz del cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su pueblo y a la humanidad en los escritos sagrados de los judíos.

Sin embargo, llegó un momento en que los cristianos vieron la necesidad de dejar registro del mensaje que estaban predicando, pues pronto comenzaron a aparecer malos entendidos en cuanto a las enseñanzas y a la práctica de la fe, lo cual tenía que quedarse en claro. Esto sólo podía hacerse escribiendo y registrando la doctrina y la práctica. Comienza así la historia del Nuevo Testamento propiamente dicho.

Origen y transmisión del texto

A. Génesis literaria

Lo primero que se registró fue la predicación de Jesucristo y su doctrina; después se hizo el registro de su vida. Los primeros escritos fueron con seguridad las epístolas de Pablo y de otros apóstoles, después los evangelios y Hechos. El orden en que aparecen los libros en nuestras Biblia no es, entonces, ningún orden cronológico, sino más bien una agrupación temática y por autores: Se comienza con la presentación de Jesús en los evangelios, luego el extendimiento de su Iglesia, su predicación, su enseñanza y su forma de vida (Hechos), se sigue con las enseñanzas doctrinales de las cartas y se culmina con una exposición del establecimiento definitivo del Reino eterno de Dios y de Jesucristo (Apocalipsis).

Fecha
Acontecimiento

30 d.C
Jesús es crucificado y resucita

50 d.C.
Se escribe Santiago

51 d.C
Se escribe 1, 2 Tesalonicenses

57-58 d.C.
Se escriben 1 Corintios, Gálatas, Filipenses, 2 Corintios, Romanos

61-63 d.C
Se escriben Colosenses, Filemón, Efesios

64 d.C.
Se escribe 1 Pedro

67 d.C.
Se escriben Tito 1, 2 Timoteo, Hebreos

70 d.C.
Se escribe Marcos; (70–80):2 Pedro, Judas

80 d.C
Se escriben Mateo, Lucas, Hechos

96 d.C.
Se escriben Juan, Apocalipsis, 1,2,3 Juan


B. Lenguaje

El Nuevo Testamento se escribió en griego. Este griego es diferente al idioma hablado hoy en Grecia. Sin embargo, como todos los idiomas de hoy, el griego de entonces era una lengua popular, de uso común. De hecho, el nombre dado al griego del NT y otros escritos de ese periodo es koiné que significa “común”. El idioma del NT no es un lenguaje “sobrenatural” ni “divino”, sino un lenguaje de uso popular, que todos podían entender. De ahí se ha derivado el interés actual de traducir el texto bíblico de modo que pueda entenderse perfectamente en el idioma popular de la gente. La forma de escritura en la época del primer siglo era mayúscula, a renglón seguido y sin espacio entre las palabras. Si lo pusiéramos en español lo leeríamos así:

EN EL PRINCIPIO ERA EL VERBO Y EL L VERBO ESTABA CON DIOS Y EL VERBO ERA DIOS

En las ediciones actuales del NT griego se ha tratado de corregir y hacer más legible el texto escribiendo con espacios entre las palabras, acentos, signos de puntuación y mayúsculas y minúsculas:

C. Materiales de escritura

Los materiales que se utilizaron para los escritos son los papiros. El papiro es un arbusto muy abundante a orillas del río Nilo, en Egipto. El tallo de este arbusto se preparaba y se prensaba haciéndose láminas rectangulares de unos 30 cm de ancho y se unían en varios metros; luego de ser escritos se enrollaban con el texto hacia adentro y se ataban con cuerdas. De allí el nombre de “rollos”. Una característica de este material es que era de superficie áspera y las letras debían rasparse ligeramente siendo difícil hacer trazos curvos (por eso las mayúsculas son todavía hoy en nuestro abecedario más rectas y angulosas que las minúsculas, las cuales se desarrollaron cuando los materiales de escritura lo permitieron).

A partir del siglo II se comenzó a utilizar el pergamino, que es una lámina de piel de oveja o de cordero especialmente curtida para poder escribir sobre ella. Este material era bastante más costoso, pero también más práctico para escribir y mucho más duradero.

D. Manuscritos

En los materiales antes mencionados comenzaron a hacerse copias de los escritos que iban apareciendo. Muchas y muchas copias, pues así como la Iglesia cristiana se extendía, así debía haber registros de las enseñanzas del evangelio en todas las comunidades cristianas. Así han llegado hasta nosotros unos 5000 manuscritos del NT; algunos de ellos contienen sólo algunos versículos por ser fragmentos, pero otros son colecciones completas de las epístolas o de los 27 libros. Ninguno de los manuscritos que tenemos hoy es original (o autógrafo); todos ellos son copias, o copias de copias que proceden desde el siglo II d.C.

Al copiar un texto a veces se producían errores “de dedo”, a veces intencionales por parte del copista, a veces involuntarios; esto hace que haya variantes en el texto de los manuscritos que van desde una letra a frases enteras. Por ejemplo, en Apocalipsis 1:5 se puede leer “nos lavó...” o “nos liberó...” pues la diferencia en el griego es de una sola letra. No obstante estas ligeras variaciones no deben preocuparnos, pues son mínimas y sobre todo, nunca contradicen las verdades fundamentales de la Palabra de Dios. Hay una disciplina de estudios bíblicos llamada la “crítica textual” que se encarga de comparar los manuscritos entre sí para determinar el texto griego lo más cercano posible al original. Se da prioridad a los manuscritos más antiguos aunque por desgracia son los que están en peor estado por los efectos del tiempo en ellos. De hecho, el fragmento más antiguo se le conoce como papyrus Rylands, que contiene algunas palabras del capítulo 18 del evangelio de Juan; Este papiro data del 100 al 150 d.C., es decir, es una copia hecha poco después de la escritura de este evangelio, y mide apenas 6.5 cm.

Lo importante es destacar que el mensaje del evangelio se mantiene a pesar de las variantes y la cantidad de copias, lo cual es testimonio del providencial cuidado de Dios en todo el proceso de transmisión del NT, que permite que hoy tengamos una versión del NT confiable.

Formación del Canon

¿Cómo es que llegamos a tener los 27 libros del NT? Tenemos que considerar que cuando los cristianos comenzaron a escribir el testimonio de su fe, la literatura cristiana comenzó a multiplicarse rápidamente. Se escribieron muchas cartas y muchos evangelios; recuérdese lo que decía Lucas al principio del suyo:

Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,... me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, excelentísimo Teófilo. (Lucas 1:1 y 3) Esto da testimonio de la cantidad de escritos que hablaban de Jesús y de sus enseñanzas en esa época. Los 27 libros, sin embargo, fueron destacándose por su importancia en las diferentes comunidades cristianas y por su difusión; además contenían la correcta enseñanza de Jesús trasmitida a través de sus propios apóstoles o por personas muy cercanas a ellos. Esto hizo que se les diera especial reverencia y se encontró en ellos la inspiración del Espíritu Santo, lo cual hacía que su lectura fuera de instrucción para la vida de los creyentes y de edificación para las iglesias. Tras un largo proceso y ya bien entrado el siglo V, quedó oficialmente reconocido el Canon general de la Biblia, incluyéndose ambos testamentos.

En el 140 d.C., Marción, considerado hereje por la iglesia antigua, tomó algunos libros de la literatura cristiana como los autorizados para fundamentar sus falsas enseñanzas; esto, junto con el uso en las iglesias de libros que ya se iban alejando de la fe apostólica y el edicto de Diocleciano (303 d.C.), emperador romano, que declaraba la destrucción de los libros sagrados de los cristianos, movió a la iglesia a determinar su canon o lista de libros “autorizados” como verdadero testimonio de la vida, milagros y enseñanzas de Jesucristo (Canon lit. significa “caña” en griego, y equivalía a nuestra regla para medir; se utilizó este término para definir los libros que entraban dentro de la “norma”, es decir, de la regla que los líderes de la iglesia establecieron.)

La norma fundamental para la selección de los libros que forman ahora nuestro NT es la calidad de ser apostólico. La iglesia estaba “edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas” (Ef. 2:20); la iglesia en Jerusalén continuó “en la doctrina de los apóstoles y en la comunión”. Por tanto, los libros que resultaran ser normativos de la fe debían tener esa autoridad apostólica. Esto no significa necesariamente que todos los libros hayan sido escritos por los 12 apóstoles, sino que han trasmitido correctamente la doctrina apostólica, que era heredera de Jesús mismo, que hablaba de su obra, milagros y enseñanzas, centrándose en la muerte y resurrección de Jesús.

La más antigua lista de libros es dada en un escrito de un teólogo llamado Atanasio de Alejandría en el 367 d.C. Aquí se incluyen los libros que tenemos en nuestro Nuevo Testamento. Hay otros testimonios respecto a los libros reconocidos, y sin duda el más importante fue el establecimiento de los 27 libros en el seno de un concilio de la Iglesia. El Sínodo de Hipona, en Asia Menor, celebrado en el 393 d.C. declaró oficial de la Iglesia cristiana los libros que hasta hoy conforman el Nuevo Testamento en toda la cristiandad.

Es importante destacar que lo único que esta reunión hizo fue establecer oficialmente la lista de los libros que ya de por sí las comunidades habían reconocido como verdadera enseñanza del evangelio de Jesucristo; la autoridad de los escritos estaba dada por su contenido y no por decisión humana. Con el tiempo, estos 27 escritos fueron alcanzando la autoridad de llamarse Palabra de Dios o Sagrada Escritura, equiparándose así por fin con la literatura antigua del pueblo de Israel. Se reconoció en los llamados entonces Antiguo y Nuevo Testamento el testimonio de que el Dios único y verdadero había hablado y se había hecho presente en el mundo y en su historia. Ya se hablaba en 2 Pedro 3:15-16 la equivalencia de los escritos de Pablo y “las otras Escrituras”.

Fecha
Acontecimiento

50-150 dC.
Circulan en las iglesias varios escritos, autorizados y no autorizados

140 d.C
Marción y su Canon

303 d.C.
Edicto de Diocleciano que proscribe los libros sagrados

367 d.C.
Primera lista de libros del NT en una carta de Atanasio de Alejandría

393 d.C.
Sínodo de Hipona; se declaran oficialmente los 27 libros del Canon


Dios ha hablado por el Hijo

Los primeros tres versículos de la epístola a los hebreos son, a mi parecer, un buen resumen del contenido e historia del Nuevo Testamento e incluso de toda la Biblia:

Dios hablo en otros tiempos – Significa que se reconocía a los escritos del pueblo de Israel como los auténticos testimonios de la voz y de la actuación del Dios único a favor de su pueblo elegido.

En estos postreros días, Dios ha hablado por el Hijo – Jesús es la forma en que Dios se hace presente en el mundo. Y de Jesús ya se hablaba en los antiguos escritos. Jesús clarifica, complementa y cumple las antiguas profecías, promesas y enseñanzas dadas al pueblo de Israel.

En Jesús, Dios habla y se manifiesta. Sus seguidores fueron testigos de su gloria y dieron testimonio de él, primero de forma oral y después de forma escrita. Jesús, a pesar de que no escribió un solo libro, ha resultado ser el protagonista principal de la mayor cantidad de libros en la historia de la humanidad. Pero, sobre todo, los escritos del NT registraron su mensaje y su impacto en el mundo, de manera que su influencia sigue llegando y afectando al mundo de hoy. Dios cuidó que los escritos fueran trasmitidos y que aún hoy persistan como el más amplio testimonio literario de la humanidad. Jesús se presentó, enseñó e hizo milagros, murió, resucitó y con ello nos ha reconciliado con Dios a todos quienes pueden creer en su mensaje y viven para él. Los escritos del NT nos lo muestran más que como un hombre.

Dios habló a través del Hijo, y siempre donde la voz de Dios es escuchada y recibida producirá fruto de fe, amor, justicia, verdad y paz, no sólo en cada uno de nosotros de manera individual, sino también en nuestra comunidad y en nuestra sociedad. Conocer más de nuestro NT nos hará más conscientes de su importancia como Palabra de Dios viva hoy.